Cien días de prosperidad compartida
El regalo de la congruencia
No decir, sino hacer, es lo que cuenta a los ojos de Dios, a los ojos de los hombres el decir nos deja contentos a todos, pero Dios se fija más en el hacer que en el decir y solo con las obras llega a estar contento no todo el que dice Señor, Señor entrará en el Reino de los cielos, sino aquél que hace la voluntad de mi Padre, dice el Evangelio de este domingo.
Uno de los hijos dijo a su padre: sí voy, y luego no fue, pero el otro dijo: no voy, pero sí fue. Y en otra ocasión narra el evangelio que ellos le dijeron, estuvimos contigo en el banquete, escuchamos con mucho gusto tus enseñanzas y en tu nombre expulsamos los demonios. Pero él les dijo: apártense de mí, obradores de iniquidad.
A nosotros nos deslumbran los efectos especiales y los fuegos artificiales, nosotros nos fijamos en las apariencias, pero Dios mira al corazón, nosotros nos contentamos con los buenos sentimientos, Dios solo se queda contento con las obras. ¿Quién está más cerca de Dios, el que hace milagros espectaculares o el que hace su voluntad?
¿Quién es mi madre, y quienes son mis hermanos? los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.
El primer mandamiento de la Ley de Dios es Amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas.
Pero ¿cómo podemos amarlo si no lo vemos, si no podemos tocarlo, ni parparlo? Él nos lo ha dicho el que me ama, guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada, el que no me ama no guarda mis palabras.
Jesús fue el ejemplo perfecto del amor a su Padre, abrazando con amor y realizando fielmente la voluntad de su Padre: yo he venido, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de mi Padre, mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre, por eso el Padre me ama, porque yo hago siempre lo que a Él le agrada.
No fue nada fácil para Cristo ser fiel a la voluntad del Padre, pero siempre la puso por encima de su voluntad Padre, si es posible, pase de mí éste cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya.
También el ejemplo de María es muy luminoso pues el sí que dio al Ángel en la anunciación lo mantuvo hasta el pide de la Cruz con el hágase en mí según tu Palabra.
Somos muy fáciles para decir una cosa y permitirnos hacer otra, somos muy fáciles para pensar una cosa y decir otra, para sentir una cosa y decir otra, pero la incoherencia se refiere sobre todo a la vida, cuando creemos y profesamos una cosa y vivimos otra, cuando somos incoherentes estamos desalineados en nuestra personalidad, nos desequilibramos y perdemos la paz del corazón, la paz y la armonía nos viene de estar perfectamente alineados en pensamientos, sentimientos y acciones, la paz nos viene de ser coherentes, hombres de una sola pieza. Coherencia es vivir de acuerdo con lo que se cree, ajustar la propia vida al objeto de la propia adhesión, aceptar incomprensiones, persecuciones antes que permitir rupturas entre lo que se vive y lo que se cree, luchar eficazmente por vencer todos los obstáculos internos y externos que nos quieren quebrar la coherencia, es fácil ser coherente por un día o unos días, pero es difícil ser coherente toda la vida, es fácil ser coherente en la hora de la exaltación, difícil serlo en la hora de la tribulación, ser coherente es no traicionar en las tinieblas lo que se aceptó a plena luz. Que el ejemplo luminoso de Jesús y de María nos ayude a ser coherentes, vivir lo que decimos creer y dar más importancia al hacer que al decir, porque a los ojos de Dios lo que más cuenta es hacer su voluntad.
¡Así sea!
*Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas es
Obispo de la Prelatura Cancún-Chetumal.
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Quadratín Quintana Roo.
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