Visión financiera
Y con ustedes: ¡la inflación!
Eduardo Torreblanca Jacques
Entre los muchos retos que se autoimpuso Andrés Manuel López Obrador no estaba, sin duda, combatir la inflación durante su gobierno. México disfrutaba ya de una estabilidad en los precios que hizo olvidar la carestía durante varios sexenios.
La mayoría de quienes leen estas líneas no vivieron una inflación en México de tres dígitos, que alcanzó 159 por ciento en 1987.
Pero ahora la inflación toca la puerta y se mete a la economía como una posibilidad de que sea más perniciosa de lo que inicialmente se pensaba. El paso de la emergencia sanitaria ha dejado secuelas a su paso y entre ellas el aumento en los precios.
Al cierre de la primera quincena de septiembre el índice de precios al consumidor quedó calculado en 5.87 por ciento cuando se deseaba que manifestara una tendencia a la baja abre la posibilidad de que cierre el año por encima del 6 por ciento.
La última vez que tuvimos una inflación de dos dígitos fue en el año de 1999 con 12.32 por ciento o sea que llevamos 22 años con una inflación de un solo dígito. En el 2000 tuvimos 8.96 por ciento, en el 2002 una de 5.70 por ciento y en el 2008 una de 6.53 por ciento.
Tener ahora una inflación ligeramente superior de 6 por ciento no es una desgracia, pero es algo al que no se le puede dar la espalda.
El Banco de México es el encargado de combatir la inflación. Para cuando usted lea estos renglones será muy probable que los miembros del Banxico preparen un aumento más a las tasas de interés. No son pocos los analistas en el tema monetario que creen que meterle presión a las tasas de interés no incidirá en el proceso de baja en la inflación y sí habrá de ralentizar la actividad económica del país.
En lo fundamental, señalan estos críticos, la inflación viene de fuera y no va a evitar su avance el que aumenten la tasa de referencia en México.
En lo fundamental, pero no en el renglón único, son los combustibles y la necesidad de importarlos ante la ausencia de capacidad de satisfacer nuestras necesidades energéticas, los elementos más destacados en el proceso inflacionario actual. No caiga en la tentación de considerar que el asunto es una desgracia. No lo es, aunque no es prudente darle la espalda a este asunto.
México importa, por ejemplo, 90 por ciento de sus necesidades de gas natural que es un elemento esencial para que la economía camine. Somos altamente deficitarios en la materia. 70 por ciento del gas que compramos al exterior, y compramos en dólares diariamente, viene de Estados Unidos.
La semana anterior inició el otoño y con el otoño comienzan los frentes fríos. Los fríos propician un incremento en el uso de combustibles y con el aumento en la demanda los precios de esos combustibles se ajustan a la alza con un agravante en este año.
Por el paso de la pandemia, los combustibles (gasolinas, carburantes y gas natural o licuado de petróleo) experimentaron el año anterior un ajuste brutal hacia la baja, pero ante la reactivación económica incrementaron nuevamente más allá de lo que los especialistas habían anticipado. En los últimos 12 meses el precio del millón de BTU´s (unidad calórica en que se mide el gas) ha aumentado 260 por ciento y en las últimas cuatro semanas el aumento está en terrenos de 140 por ciuento o poco más.
Cuando disfrutábamos de un gas barato el millón de BTU´s rondaba el dólar y 50 centavos. Hace pocas semanas estaba apenas arriba de los dós dólares y ha llegado a costar más de 5.20 dólares por el millón de unidades calóricas. Pero esto es el inicio.
Se cree que con la llegada de los fríos y en la medida en que vaya acercándose el invierno los precios pudieran escalar quizá por encima de los siete o más dólares por millón de BTU´s. México no podrá hacer otra cosa mas que pagar en dólares 90 por ciento de nuestras necesidades del gas, entre ellas el combustible necesario para ser quemado en las plantas generadoras de electricidad de ciclo combinado.
Y ahí la inflación no solo habrá de tocar la puerta e instalarse en los costos al gobierno federal ni tocará también a la CFE sino tendrá que impactar los presupuestos de familias y empresas, industrias y comercio. Y entonces el asunto va a parecerse al Covid 19: un contagiadero.
En los últimos 10 años la importación de gas natural ha aumentado 275 por ciento. Ha aumentado porque la demanda crece, pero también porque México ha disminuido la producción del gas. Aumenta la demanda arriba del 30 por ciento y la producción doméstica retrocede poco menos de 60 por ciento. Así las cosas, no hay más que comprarle al extranjero y pagar el asunto en dólares a traducir el golpe a los particulares con consumo alto de electricidad y que tienen tarifa DAC y a comercios e industrias. El gobierno va a soportar el subsidio para familias de consumo bajo.
Y esa es otra parte de la presión que sobre los precios habrá de manifestarse en la economía. No hay producto o servicio que no esté influido en algún grado por el alza en el precio de gasolinas, diesel, combustóleo, Turbosina o los gases.
Ningún rábano llega a su mesa caminando. No hay producto que no tenga que ser transportado y en ese sentido sujeto a presiones en su precio al consumidor. En sus variaciones anuales a la primera quincena de septiembre los energéticos manifestaron, según datos del INEGI, aumento de 10.77 por ciento anual y los productos pecuarios 11.15 por ciento, los agropecuarios 10.01 por ciento y las frutas y verduras 8.70 por ciento.
Como pueden ustedes darse cuenta, no solo los energéticos ejercen presiones en la inflación nacional. En las mesas, por el techo (focos) o sobre el plato (alimentos) hay tendencias a que los precios aumenten.
Esto me hace recordar una simpática anécdota vivida por este periodista: callejero y aventurero en el comer, solía ir al mercado de la colonia industrial en la Ciudad de México al local que conocemos los oriundos de esa colonia como las gordas (gorditas de comer) de las gordas (quienes las preparan) para echarme una gorda de frijol con esa salsa que nos hacen recoblar la necesidad de usar pañuelos desechables. Al momento de pagar me enteré que la gorda, la de comer, ya era, en ese entonces, más cara que de costumbre a lo que pregunté que a qué se debía el ajuste de precios.
-Es que subió el azúcar, me dijo la dueña con la que tengo tratos de proveeduría desde hace varias décadas lo que me da cierto derecho a interpelarla.
-Y desde cuando las gordas necesitan de azúcar para preparase, pregunté con toda la mala leche del mundo.
-No se necesita de azúcar en su preparación, me contestó con parsimonia y recato… pero… agregó, pero “a mi el café me gusta con azúcar”.
Una clase de política de monetaria que deben de reconocer en el Banco de México.
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Quadratín Quintana Roo.
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