
Visión Financiera
La dificultad para delegar en las Pymes ¿profecía autocumplida?
Imagináte esta escena: un padre ve a su hijo intentando atarse los cordones de las zapatillas por primera vez. El chico lucha, se frustra, hace nudos raros que no sirven para nada. Al cabo de unos minutos, el padre se cansa de ver la escena y le dice: “dejá, ya lo hago yo”. Resultado: el chico sale a jugar con los cordones perfectamente atados… pero también con un mensaje grabado en su cabeza: “Cuando algo es difícil, alguien más lo hará por mí”.
Ahora llevemos esto al mundo de las Pymes. ¿Cuántos empresarios terminan atando los cordones de sus colaboradores?, ¿cuántas veces has dicho o pensado: es que si no lo hago yo, ¿no se hace bien”?
Esa frase, tan común entre empresarios Pymes, es el equivalente a quitarle la oportunidad a tus colaboradores de aprender, crecer y asumir responsabilidades. Y lo peor, es que terminas creando una profecía autocumplida: al hacer demasiado por ellos, los vuelves dependientes. Y como son dependientes, no confías en ellos. Y como no confías en ellos, sigues haciendo todo.
¿Te suena familiar?, ¿por qué hacemos esto?
El empresario Pyme muchas veces tiene una relación emocional con su empresa. La siente como un hijo al que debe proteger, cuidar y guiar. Esa visión, aunque comprensible, puede ser peligrosa. Porque cuando tratas a tus colaboradores como si fueran niños incapaces de tomar decisiones, lo que estás haciendo en realidad es poner un techo a su desarrollo. Les estás diciendo, sin palabras, que no confías en ellos, que no están a la altura.
¿El resultado? gente que no asume riesgos, que no propone ideas, que no toma decisiones. Y tú, agotado, pensando que todo el peso de la empresa está sobre tus hombros.
Es el famoso efecto Atlas: sostienes el mundo sobre tu espalda porque crees que nadie más puede hacerlo.
El problema de hacer demasiado”
Cuando haces demasiado por tus colaboradores, les estás robando algo fundamental: la posibilidad de aprender de sus errores. Y eso tiene un impacto directo en la cultura de tu empresa. Una cultura donde el miedo al error es grande, es una cultura donde nadie se atreve a innovar o a proponer cambios.
Piénsalo de esta manera: ¿cómo aprendiste todo lo que sabes hoy?
Seguramente no fue porque alguien te lo dio todo hecho.
Aprendiste probando, equivocándote, corrigiendo. Si te hubieras quedado en tu zona de confort, ¿serías el empresario que eres?.
Entonces, ¿por qué privar a tus colaboradores de ese mismo proceso de aprendizaje?, ¿es una cuestión de confianza?
Muchas veces, el problema radica en la confianza. No confiamos en que los demás puedan hacer el trabajo tan bien como nosotros.
Pero, ¿te has puesto a pensar si alguna vez les diste las herramientas para hacerlo? es como pedirle a alguien que nade en aguas profundas sin haberle enseñado a flotar.
Construir confianza lleva tiempo, sí. Pero es un proceso que empieza con pequeños pasos. En lugar de resolver todo por ellos, guía, acompañá, pero dejá que sean ellos quienes hagan el trabajo.
La confianza no se impone; se gana.
El arte de delegar
Delegar no es lo mismo que tirarles el problema a los demás y esperar a que lo resuelvan. Delegar implica asignar tareas de forma clara, brindar las herramientas necesarias y luego dar el espacio para que esa persona pueda actuar. Y lo más difícil: aceptar que, al principio, es probable que no lo hagan tan bien como tú.
Pero, ¿no es así como aprendemos todos?
Un error común es creer que delegar te hará perder el control.
La realidad es que, cuando delegas correctamente, ganas tiempo y energía para enfocarte en lo que realmente importa: la estrategia, el crecimiento, la visión a largo plazo. Mientras tanto, tus colaboradores crecen, se sienten valorados y empiezan a asumir mayores responsabilidades.
Rompiendo la profecía autocumplida
Para romper esta dinámica, es necesario hacer un cambio de mentalidad.
Empieza por reflexionar sobre estas preguntas:
¿Cuántas veces al día intervienes en tareas que podrían resolver tus colaboradores?
¿Les das a tus colaboradores la libertad para proponer soluciones o siempre das instrucciones detalladas?
¿Cómo reaccionas cuando alguien comete un error?
¿Lo usás como una oportunidad para aprender o como una excusa para no delegar más?
El primer paso es aceptar que no puedes ni debes hacerlo todo.
El segundo es empezar a construir una cultura de confianza y aprendizaje. Y eso implica estar dispuesto a soltar el control poco a poco.
Los beneficios de no hacer demasiado
Cuando dejas de hacer todo por tus colaboradores, ocurren cosas increíbles:
Mayor compromiso: la gente se siente más involucrada cuando sabe que su trabajo importa y que tiene un impacto real.
Más creatividad: cuando se les da espacio para proponer y equivocarse, empiezan a surgir ideas nuevas y soluciones innovadoras.
Menos dependencia: en lugar de correr hacia vos cada vez que surge un problema, tus colaboradores aprenderán a resolverlo por su cuenta.
Mejor calidad de vida para vos: al no tener que estar en todo, puedes dedicar más tiempo a lo que realmente importa, tanto en lo profesional como en lo personal.
Una invitación a reflexionar
Entonces, te dejo esta pregunta para pensar: ¿no será que el problema no está en tus colaboradores, sino en cómo los has formado? tal vez, sin darte cuenta, has creado una cultura donde la dependencia es la norma.
Pero la buena noticia es que eso puede cambiar.
Requiere tiempo, sí, y también mucho trabajo interno. Pero los resultados valen la pena.
Recuerda: si quieres una empresa donde la gente asuma responsabilidades, tome decisiones y sea capaz de actuar sin tu supervisión constante, el cambio empieza por vos.
Porque, al final del día, una Pyme no es sólo el reflejo de su fundador, sino también de las decisiones que él toma. Y una de esas decisiones más importantes es aprender a soltar para que otros puedan crecer.
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Para contactar a Juan Carlos Valda e implementar estos conceptos en tu empresa, escribe a a [email protected]
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Quadratín Quintana Roo.
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