Se suman venezolanos en Cancún a las protestas contra Maduro
*Pedro Pablo Elizondo
“Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo”.
Estamos celebrando el Año de la Santa Cruz y preparándonos para el Gran Jubileo de los 50 Años de la Prelatura Cancún-Chetumal.
En este año, hace 500 años, Hernán Cortés con sus soldados y frailes llegó a la isla de Cozumel y plantó la cruz sobre la pirámide maya, un signo muy sencillo casi desapercibido en el momento, pero de enorme significación para la evangelización de las tierras mexicanas.
Desde entonces el mundo ha dado muchas vueltas, pero la cruz permanece fija y firme, plantada en las cima de las montañas, en la torre de las Iglesias y en el centro de los corazones.
“El árbol de la vida, es tu cruz oh Señor”. Fue en un árbol del paraíso donde el hombre Adán sucumbió a la tentación del demonio y se reveló contra el mandamiento de Dios, queriendo suplantarlo y decidir él mismo sobre el bien y el mal, pero fue en un árbol donde Cristo, nuestro Señor, quiso redimirnos de la desobediencia de Adán.
Muriendo en el árbol dio muerte a la muerte y nos dio nueva vida.
Si por el pecado de Adán nos vino la muerte, por la muerte de Cristo en la cruz, nos vino la vida.
El mundo da muchas vueltas, pero la cruz permanece como signo de vida y salvación.
La Santa Cruz ha sido siempre muy querida y venerada en todos los rincones y pueblos de Quintana Roo.
La cruz se ha colocado no solo en lo alto de las Iglesias, sino también en las profundidades del mar, en el interior de las casas, en las tumbas de los muertos y en el pecho de los cristianos.
¡Oh cruz de Cristo!, símbolo del amor divino y de la injusticia humana, ícono del supremo sacrificio por amor y del extremo egoísmo por odio y desamor, instrumento de muerte y camino de resurrección.
Signo de obediencia y emblema de traición, patíbulo de la persecución y estandarte de la victoria.
A pesar de tanto amor que nos manifestó Cristo en la cruz, esa misma cruz sigue siendo escándalo y necedad para los hombres modernos que no están acostumbrados al sufrimiento y al dolor, porque los esfuerzos de la ciencia y de la técnica se dedican a apalear ese dolor y ese sufrimiento, ignorando.
La suprema posibilidad del amor, es precisamente el sufrimiento en la cruz.
Solo la Palabra de Dios nos desvela el profundo valor del misterio de la Santa Cruz. Tormento cruel y vergonzoso al que se condenaba a los criminales, suplicio para los delitos más viles, para los esclavos perversos. Se colgaba al reo de la cruz, para que sirviera de escarmiento y vergüenza pública. Éste era el significado de la cruz, pero con Cristo en ella, ahora el signo de la cruz ha pasado del horror al honor, de la ignominia a la gloria, de la vileza a la bendición, de ser un crudelísimo suplicio indigno del ciudadano romano pasa a ser camino de salvación y condición indispensable para seguir a Cristo.
“Si alguno quiere seguirme que tome su cruz y que me siga”. Ya no es una tortura, es un motivo de gloria y autenticidad. “Completo en mi carne, lo que falta a la pasión de Cristo”, nos dice San Pablo. Ya no es ignominia, es signo del amor más grande que es dar uno la vida por sus hermanos. Contemplar la cruz, es una misión que nos toca a todos. “Mirarán al que traspasaron”. Contemplemos esa cruz, faro de luz y de sabiduría para no ser cristianos mediocres. Contemplemos esa cruz para agradecer profundamente el don de la redención que se realizó en ella. Contemplemos esa cruz para tomarle cariño y cargar con nuestra propia cruz, llevarla con paciencia y abrazarla con amor. Levantemos la mirada para contemplar la cruz de Cristo y dejémonos fascinar por el atractivo de su amor redentor.
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Quadratín Quintana Roo.
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