Visión financiera/Georgina Howard
Itinerario Político
Aquí no sabemos, a ciencia cierta, si Manuel Bartlett es culpable de los crímenes de Estado y las pillerías políticas por las que ha sido acusado en el último medio siglo.
Tampoco sabemos si es responsable del presunto enriquecimiento –nada explicable–, que hoy pesa sobre su cabeza luego de un trabajo periodístico serio y documentado.
Y no sabemos si Bartlett es culpable o no de lo que es acusado ya que probar su culpa o inocencia corresponde a las instituciones del Estado que deben indagar, probar la culpa, la inocencia y/o en su caso, procurar justicia.
Aquí, en tanto practicantes del género periodístico de opinión, solo presumimos que Manuel Bartlett es uno de los grandes pillos de la historia política mexicana; uno de los grandes criminales de Estado, un presunto defraudador electoral, un probable mataperiodistas y, en años recientes, un impostor que usó el dinero público para amasar una inmoral riqueza personal.
Pero lo más simpático del tema es que si a los críticos del poder no les corresponde impartir justicia –si acaso formulan juicios mediáticos–, tampoco es facultad del presidente Obrador perdonar al más pillo de sus colaboradores.
Y es que lo que vimos ayer en las mañaneras lopistas no fue otra cosa que una grosera defensa oficial –por parte del propio Presidente–, a medio siglo de pillerías políticas, trapacerías oficiales, crímenes de Estado y ataques sistémicos a la naciente democracia mexicana por parte de Manuel Bartlett, hoy convertido en epitome de lo más cuestionable del viejo PRI; un partido criminal, autoritario, ladrón y nada democrático.
Y, curiosamente, cuando el presidente Obrador defiende de manera pública a Bartlett, no defiende al colaborador de su gobierno, al titular de la CFE y tampoco al anciano político que debiera estar cuidando a sus nietos.
No, cuando AMLO defiende a Bartlett en realidad está defendiendo las peores prácticas del PRI, defiende lo más rancio del viejo partido; defiende a los políticos rateros y criminales; que ordenan matar periodistas, que ordenan eliminar policías de la DEA; que se roban elecciones como la de 1988, que llegan al extremo de llevar a cabo fraudes patrióticos como los de Chihuahua y de Huejotzingo; defiende a políticos capaces de robar elecciones como la de Nayarit, la primera entidad ganada por los opositores, en ese caso del PPS.
Cuando AMLO defiende a ultranza a Manuel Bartlett, el presidente también pone en ridículo a la titular de la SFP, Irma Eréndira Sandoval y, sobre todo, ridiculiza a todo su gobierno, a todo su movimiento y, en general, mata a su iglesia política.
¿Por qué?
Porque, curiosamente, Obrador y su iglesia, llamada Morena, nacieron, crecieron y alcanzaron el poder presidencial gracias al sambenito mentiroso de que AMLO y Morena eran todo lo contrario al viejo PRI; ganaron el voto popular con el cuento engañabobos de que no eran rateros, criminales y que, por ejemplo, nada tenían que ver con el PRI de Bartlett, de Salinas, de De la Madrid, entre otros pillos del último medio siglo.
Sin embargo, la afanosa defensa presidencial de Bartlett confirma que Morena es el espejo retrovisor del PRI, que Morena es lo más rancio del PRI y que los políticos de Morena son iguales a Bartlett; criminales de Estado, ladrones de cuello político y pillos sin freno.
Pero lo más costoso para el Presidente, para Morena y para su gobierno, es que al defender a ultranza a Manuel Bartlett, el mandatario López Obrador modifica la historia del último medio siglo y no solo se ridiculiza él mismo sino que pone en ridículo a los feligreses de su iglesia política quienes, por cinco décadas, acusaron a Bartlett de ser el mismísimo satán
Y es que todos los políticos de la izquierda y del PRD nacieron, crecieron y llegaron al poder con la narrativa de que Bartlett defraudó las elecciones de 1988 y que fue culpable de fraudes patrióticos como los de Nayarit, Chihuahua y Huejotzingo; nacieron, crecieron y llegaron al poder en la convicción de que Bartlett es culpable del crimen de Estado que costó la vida a Manuel Buendía.
Además, durante décadas, los periodistas afines a esa izquierda, que hoy militan en Morena y que son aplaudidores de AMLO, escribieron ríos de tinta en toneladas de papel satanizando a Bartlett como el peor de los ejemplos del peor PRI.
Y lo ridículo hoy, con todos esos antecedentes, es que periodistas y políticos son obligados a tragar sapos y culebras para justificar a sus filas al criminal de Estado que es Manuel Bartlett y son obligados a justificar las raterías de Bartlett.
Por eso la pregunta.
¿Dónde están la dignidad y la congruencia de periodistas y políticos que hoy deben amar a Manuel Bartlett, cuando ayer incitaban a odiarlo?, ¿Cuánto estiércol más deben tragar por el fanatismo a López Obrador?
Al tiempo
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