Turismo en México se fortalece rumbo al Mundial 2026
TULUM, QRoo, 19 de julio de 2020.-
¿Qué se necesita para borrar de tu mente y de tu cuerpo el estrés y la preocupación? fue la pregunta que hace algún tiempo me hacia ella
Aún no iniciaba la pandemia y ya vivíamos en un extraño mundo que nos come el alma…
El tiempo nos va dando respuestas a preguntas que habíamos olvidado; nos abre puertas, como las de este fin de semana, para entrar al cielo…
Nuevamente nos pusimos chamarras, cascos, lentes y guantes… traje de baño y bloqueador eran los infaltables en las alforjas… revisión de gasolina, chequeo de herramientas y presión de llantas… Todo listo para salir a dar el rol por Quintana Roo… Ahora tocó a Punta Allen…
Javier Rojo Gómez, mejor conocido como Punta Allen, es un pueblito pesquero ubicado en la Reserva de la Biosfera de Sian Ka’an, que es la mayor área protegida del Caribe Mexicano con sus poco más de 650 mil hectáreas a lo largo de 120 kilómetros de norte a sur y casi 40 kilómetros de oriente a poniente…
Este maravilloso lugar se encuentra entre los municipios de Tulum y Felipe Carrillo Puerto y es, sin lugar a dudas, una experiencia que se tiene que vivir sobre la moto, o en su defecto enlatado en un automóvil.
Esta impresionante zona costera tiene playas, dunas, cenotes, arrecifes de coral y una selva tropical, donde habitan más de 300 especies de aves y más de mil variedades de plantas endémicas y 100 especies de animales.
Sian Ka’an, que en maya significa donde nace el cielo fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987; a quienes no han tenido la oportunidad de visitarla les cuento que para acceder a ella se tiene que viajar hasta Tulum, (sí, ya sé que es tentador quedarse en ahí) pero pasando la zona hotelera y las playas públicas de este hermoso punto, entramos al conocido Arco de Sian Ka’an que literalmente es la puerta de entrada al cielo.
Desde este punto y hasta el pueblo son 53 kilómetros y algunos metros… en el filtro del arco, en donde por cuestiones de Covid 19 tienes que presentar tu reservación o contacto para confirmar con quién ingresas, vienen a la mente cientos de ideas sobre lo que vamos a encontrar: un camino de grava compactada, que hace sufrir a una moto como la RoadStar, en la que viajamos.
Son 50 kilómetros que te hacen reencontrarte, pensar, dialogar internamente, disfrutar de los paisajes, esos hermosos pasillos de árboles que dan sombra y de pronto ventanas que te muestran el Mar Caribe a tu izquierda o los cuerpos lagunares a la derecha….
De pronto un árbol de flores naranjas que pareciera sacado de la película de Más allá de los sueños y siempre, un maravilloso paisaje adelante.
No falta el cantar de las aves o alguno que otro mono, tenemos que tomarnos un momento para apagar el motor, disfrutar de esa sinfonía de sonidos, acompañados por el del oleaje.
El camino se sufre tanto como se disfruta, hay que tener precaución y andar a no más de 50 kilómetros por hora, sufrimiento total para una motocicleta con mil 700 centímetros cúbicos y que tiende a desarmarse con la vibración…
La primera gran sorpresa fue el Puente de Bocapaila, un punto en donde — gracias a la información que nos dan las personas que habitan la zona– nos enteramos qué pescan y la ubicación de los tres grandes cocodrilos que ahí habitan.
En el puente se observa la unión del mar con el cuerpo lagunar, y brinda un punto de descanso para los viajeros, que como nosotros, van un poco entumidos tras tanto brinco.
Llegamos a Punta Allen, a un glamping llamado Cielo y Selva, ubicado justo 200 metros antes de llegar al pueblo, un lugar que literalmente es un oasis con sus cocoteros, hamacas para descansar y peculiares habitaciones, que son tiendas de campaña equipadas cómodamente en las que te sientes como si estuvieras en el gran desierto del Sahara.
Visita obligada es llegar al Faro de Punta Allen, que aunque alejado unos dos kilómetros te permite una buena foto y encontrar una playa, que si no hay sargazo y llegas antes de la hora del mosquito, puedes sentarte a disfrutar.
No esperes mucho de la vista del Faro, el gran secreto y belleza de este punto esta bordeando los manglares, caminando sobre la playa y encontrando un rinconcito para descansar.
Ya en el pueblo, conocimos a Benjamín y Elizabeth, quienes tienen un pequeño y acogedor restaurante llamado la Havanita, en honor a su pequeña de cuatro años de edad… Ellos brindan unos tacos de pescado más que deliciosos, entre otros platos exquisitos típicos de la zona, ofrecen un pescado pargo frito que no tiene m… por rico.
¡Este es el lugar para comer!
Regresamos al hotel para descansar, con la sorpresa de que la luz se va del pueblo a las 21 horas, así que nos tocó disfrutar de una noche estrellada y sin luna, con los sonidos del mar a unos metros de donde nos colgamos como changos en hamaca.
Este es uno de los puntos más alejados de la civilización en Quintana Roo, no hay señal en tu celular, pero estás conectado con la naturaleza, con la tranquilidad y la paz que te da el no tener que revisar constantemente tu móvil y así dejar de lado todo lo que te preocupa.
Te ofrecen, en el lugar, la posibilidad de conectarte a una red para tener Internet, pero no fue necesario…
Este viaje nos permitió conocer el camino, observar las bellezas naturales, disfrutar del espectáculo de ver cocodrilos, iguanas, aves, percibir el olor de maderas, experiencias no vividas antes por nuestros sentidos.
Observar un cielo repleto de pequeños puntos brillantes y sus estrellas fugaces, un amanecer sin igual.
No podemos despedirnos de Punta Allen, porque no se puede uno despedir de un lugar en donde deja un poco de su corazón, pero los invitamos a que lo descubran.
Si piensan que ya se acabó la historia, no. Falta contarles cómo entramos al cielo.
No decimos adiós, sino hasta el próximo abrazo…
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Quadratín Quintana Roo.
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