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Las remesas de mexicanos en Estados Unidos
¿Jueces sin rostro?
José García Segura
Circula en redes una fotografía del presidente Andrés Manuel López Obrador, de pie, apoyado en un atril, como enviando un mensaje.
Sentada, y cobijada a todo lo que da con un rebozo, al parecer guardando la sana distancia aparece la Ministro de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación (en retiro) y secretaria de Gobernación, Olga
Sánchez Cordero.
Entre doña Olga y el presidente de México se observa un nicho con la Bandera Nacional.
A los pies de la encargada de la política interior de nuestro país hay un bote tamalero con cartulina verde, leyenda manuscrita y hartas
faltas de ortografía: “ricos tamalez de chilpilin y atole de guayava”.
Se trata, seguramente, de una foto truqueada.
Lo que no tuvo truco fue el silencio que Olga Sánchez Cordero ha guardado desde el martes, cuando sujetos armados asesinaron, en su
casa de Colima, al juez Uriel Villegas Ortiz y a su esposa, Verónica Barajas.
Para el presidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar, se trata de un crimen de Estado.
“Que no haya duda que este es un crimen de Estado y que cuando hay un crimen de Estado, todas las instituciones del Estado mexicano
estaremos del mismo lado. Aquí no caben las diferencias, no caben las políticas, no caben ninguna otra distracción y estaremos muy atentos
de cómo se vienen desenvolviendo estas investigaciones”.
La Comisión Permanente del Congreso de la Unión; es decir, el Poder Legislativo, condenó, en los mismos términos, el artero crimen.
El presidente Obrador apenas comentó que el suceso de Colima “es un
crimen atroz, condenable”.
El Poder Judicial, al que pertenece la secretaria Sánchez Cordero, reporta la muerte, a balazos, de ocho de sus integrantes en al menos
dos décadas: Pedro Villafuerte, acribillado en Morelos; Sergio Novales Castro, torturado en Sonora; Benito Andrade Ibarra y Jesús Alberto Ayala, baleados en Sinaloa; René Hilario Nieto, baleado en el Estado de México; Carlos Elarza Amores, emboscado en Nayarit; Vicente
Bermúdez, del Estado de México, con un tiro en la cabeza.
Este martes, en Colima, el juez Uriel Villegas Ortiz y su esposa,
Verónica Barajas fueron baleados en su casa.
No se usted, pero ante la violencia que azota a nuestro país, el Estado está hoy, más que nunca, obligado a garantizar la seguridad de
los mexicanos.
La pregunta es si queremos jueces y magistrados sin rostro para México o deben andar equipados con vehículos blindados, escoltas y chalecos
antibalas.
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Quadratín Quintana Roo.
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