
Congruencia y coherencia política
Estamos en la transfiguración del Señor. Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y Juan y los hace subir a solas con él a un monte elevado. Y ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. Antes de subir al monte, Jesús les acaba de anunciar su pasión. Va a sufrir latigazos, golpes, escupitajos y desprecios. Después de un juicio inicuo lo van a colgar del madero. Va a morir crucificado con el suplicio más ignominioso, indigno de un ciudadano romano. Para borrar de sus discípulos ese escándalo de la cruz, se transfigura delante de ellos. Antes de que lo vean sangriento, desgarrado y colgado del madero, lo ven ahora resplandeciente y glorioso.
Con esa visión se fortalece su fe en Jesús, como Hijo de Dios.
Realmente Jesús siempre tendría que estar resplandeciente, porque era Hijo de Dios.
El resplandor debería manifestar la gloria de su divinidad, pero lo ocultaba bajo la vestidura de la naturaleza humana en apariencia de carne, mortal.
Está enseñando a sus discípulos que a pesar de todo lo que va a sufrir en su esencia, sigue siendo el Hijo de Dios.
Pero también les quiere enseñar que la pasión y el sufrimiento es el camino de la resurrección y de la gloria.
Ésta es la lección más grande que debemos aprender de Jesucristo y del cristianismo.
Por la cruz a la luz. No hay gloria, no hay triunfo, sin dolor, sin sufrimiento, sin pasión.
“Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda infecundo, pero si muere dará mucho fruto”.
Como que a veces nos cuesta entender esto, pero esa es la ley de la vida cristiana.
Hay que pasar por la muerte, por la pasión, por el sufrimiento, por la lucha, para poder llegar al triunfo.
Lo vemos claramente en el esfuerzo de un campeón olímpico: ¿cuántas horas tiene que entrenar?, ¿cuántas dietas?, ¿cuántos sacrificios?, ¿cuántos esfuerzos?
Si quiere llegar a ser un campeón, tiene que sacrificarse, tiene que esforzarse, tiene que abstenerse de excesos de comida, de bebida.
Necesita una disciplina muy rigurosa. Y un entrenamiento muy laborioso para poder llegar al triunfo y alcanzar la medalla.
Así es también la vida cristiana, así fue Jesucristo. Si él sufrió, si él dio la vida. Si él quiso padecer y pasar por la cruz, fue para enseñarnos que así se llega a la resurrección, a la luz y al triunfo final.
Si queremos ser campeones del cristianismo y no quedarnos en la mediocridad, aprendamos esta lección.
Pongamos los ojos en la meta final y no tengamos miedo de abrazar la cruz, para poder alcanzar esa meta.
No tengamos miedo de abrazar todas las cruces, los sufrimientos y los esfuerzos que la vida cristiana nos exige para llegar también nosotros junto con Jesucristo a la resurrección y a la gloria.
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Quadratín Quintana Roo.
Síguenos en Facebook, Twitter, Threads, WhatsApp, Telegram, TikTok, Instagram, YouTube