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CANCÚN, QRoo, 8 de marzo de 2020.- Este ocho de marzo conmemoramos la lucha histórica que hemos dado las mujeres a favor de nuestros derechos al sufragio, a la participación política en condiciones de equidad, por el derecho al trabajo y a un salario digno, a una educación científica y de calidad, entre otros.
Todo a lo que en conjunto se le llama empoderamiento femenino, nos ha costado persecución incluso la muerte de muchas mujeres, recordamos a Elvia Carrillo Puerto que fue amenazada, perseguida y violentada para callar su voz, o el caso de Felipa Poot quien fue asesinada en Kinchil, su comunidad, por exigir derechos a favor de su género, etnia y grupo social.
Pese a todo, no podemos negar que hemos tenido avances, que la lucha de nuestras ancestras feministas ha dado diversos frutos y gracias a ellas obtuvimos algunos derechos como el de participar en elecciones, entrar a las universidades, desempeñar trabajos antes considerados masculinos, entre otros.
Aunque hay que decir que persisten las brechas de género y las desigualdades en todas las esferas sociales, así como los estereotipos de género que nos vinculan fundamentalmente a la reproducción lo que ocasiona que las labores domésticas y el cuidado de los hij@s, por ejemplo, sigan recayendo fundamentalmente en las mujeres, lo que nos obliga a desempeñar dobles y hasta triples jornadas de trabajo.
Pero el hecho de que no exista todavía la plena igualdad y el reconocimiento pleno de nuestras capacidades no es lo más terrible, sino que ante nuestros avances ocurre la feroz respuesta, y muchas veces mortal, del patriarcado.
Así podemos decir que existe un aumento indiscutible de la violencia contra nosotras, y que tiene su peor expresión en los feminicidios, es decir en los asesinatos de mujeres y niñas por cuestiones de género.
Las llamadas crisis de la masculinidad que llevan a los hombres a sentirse inseguros y temerosos al perder sus privilegios y las supuestas cualidades que los hacen “importantes”, como ser los principales proveedores de las familias y autoridades indiscutibles, así se explica gran parte este aumento de la violencia y las múltiples notas rojas de prensa donde aparecen cuerpos desmembrados de mujeres y niñas.
Pero esto no es solo un problema entre personas. Aunque sea en los individuos concretos donde se exprese la violencia machista, esta corresponde a un sistema patriarcal que alimenta y fortalece al capitalismo neoliberal.
El sistema, a través de sus instituciones, gobierno, iglesias medios de comunicación, entre otras, fortalecen los estereotipos de género y las desigualdades, de tal manera que no es casualidad que la 4T cancele los presupuestos para guarderías y promueva que sean las abuelitas (nótese que no abuelitos) quienes se encarguen de los niños y niñas mientras las mamás trabajan; que el “nuevo” régimen cancele también el presupuesto para refugios y reduzca el asignado al combate a la violencia contra la mujer.
Y por si esto no fuera suficiente, el presidente AMLO afirma que es la falta de valores, no el patriarcado ni su cultura machista, lo que explica el aumento de la violencia, dando pie a los discursos que niegan la problemática y que afirman que este es un asunto entre “personas buenas y personas malas”.
Dice esto cuando son precisamente los valores tradicionales transmitidos por las iglesias, medios de comunicación y sectores tradicionales de derecha los que nos estereotipan y detienen nuestros avances, entre estos valores tradicionales están la castidad femenina, el sacrificio, la abnegación, el amor romántico que lo soporta todo y el que nacimos para ser madres; cuando no se cumplen es “justificación” para que nos violenten y nos maten por gozar de nuestros cuerpos, por negarnos a ser madres, por buscar nuestra propia realización.
Es decir, gracias a esos valores de la ideología machista se nos victimiza (viola, golpea o asesina) y se nos re victimiza al responsabilizarnos a nosotras mismas o a otras mujeres por la violencia que sufrimos. Así preguntan: “¿Y dónde estaba la mamá?, ¿qué hacía sola a esa hora?
Es muy cómodo para nuestro Presidente de la República responsabilizar al neoliberalismo del aumento de los feminicidios, cuando este sistema está más vivo que nunca en México y miembros destacados de la mafia que lo sostiene es parte de su gabinete o de su grupo de asesores (Romo, Salinas Pliego, entre otros). Le es cómodo hablar de valores morales, del respeto a la autoridad y hasta del diablo, mientras que se asesina a mujeres por la falta de políticas públicas adecuadas que terminen con las brechas de género y promuevan una vida sin violencia ni discriminación para las mujeres. Por lo anterior, a las mujeres nos toca actuar unidas este 8 de marzo, salir a las calles, protestar y exigir políticas públicas a favor de nosotras, poner un alto a los discursos de odio que legitiman y promueven la violencia contra las mujeres, exigir la aplicación de justicia con perspectiva de género y un alto a los feminicidios. Salgamos a protestar o nos seguirán matando.
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Quadratín Quintana Roo.
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