Visión financiera/Georgina Howard
Fue un acarreo vulgar, obsceno, grosero e inmoral; a la vista de todos. Acarreo de Estado; circo que nos llevó de vuelta a los años 60 y 70 de los criminales gobiernos de Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo, cuando la represión, el fracaso y los muertos de Estado eran calladas con el acarreo y el culto al presidente en turno.
Cientos de miles de personas llevadas bajo presión, acarreadas de todo el país y que debieron pasar lista y aplaudir a cambio de mantener su empleo público y, todo, con sólo un mísero lonche para mitigar el hambre y la sed.
Insultante cobertura mediática volcada al elogio del locuaz gobierno federal y a la mitomanía presidenciales, que hizo recordar los boicots a la “prensa vendida”, organizados en los años 80 por las izquierdas y por la derecha.
Nada han aprendido los medios sobre el fin de culto al poder y el respeto a la disidencia ciudadana.
Millones de pesos de dinero público al servicio del rey de Palacio, sólo para engordar el nada democrático y harto denigrante culto al poder; elogio sin freno, sin pudor y sin vergüenza a la estulticia presidencial.
Circo aderezado con una montaña de mentiras que compiten en el mundo y convierten a López Obrador en el presidente más mitómano de todos los tiempos; mentiras que llevan a México a una realidad alterna, alejada de las calamidades que todos los días padecen los ciudadanos.
Y todo para cubrir, tapar, ocultar el fracaso estrepitoso de un gobierno cuyas únicas estadísticas al alza son el número de mentiras presidenciales y el número de muertes violentas.
Gobierno que lo único que cumple son informes vacuos ya que a diario fracasa en sus responsabilidades para crear empleo, estimular el crecimiento; para fomentar el desarrollo y la estabilidad económica.
Gobierno fracasado en el combate a la violencia y el crimen, que termino el primer año con 35 mil muertes violentas, con cifras récord en feminicidios, secuestros, asaltos, robos… Gobierno que destruyó los contrapesos, que acabó con la división de poderes, que atenta contra la democracia toda y que dejó sin medicinas y sin atención médica de calidad a miles de ciudadanos pobres; gobierno que viola la Constitución todos los días y que no respeta las leyes que de ella emanan.
Gobierno moralmente reprobado y derrotado, que abusa de la venganza y la persecución soez y obscena contra adversarios y críticos; que abusa del fanatismo y el adoctrinamiento al estilo de las peores dictaduras y que, por si faltara, compra conciencias y votos con dinero público; dinero que roba a programas de salud pensados para los más pobres; niños y mujeres. ¿Qué celebraron, el domingo pasado –la cuarta celebración en un año–, el gobierno federal y el presidente Obrador en la fiesta del Zócalo? ¿De verdad había algo qué celebrar luego de un primer año de fracasos? ¿No será que en esa realidad alterna inventada por el presidente mexicano, lo que pretendes es ocultar lo inocultable; el mayor fracaso en la historia, en el primer año de gestión? Por eso, frente al fracaso del gobierno de López Obrador y ante lo denigrante del acarreo de Estado, obliga preguntar.
¿Dónde están las voces de los otrora severos críticos de las peores prácticas del viejo PRI? ¿No vieron los críticos, intelectuales, académicos y hombres de ciencia que, la del domingo último en el Zócalo, fue la verdadera sublimación de las peores prácticas del viejo partido tricolor? ¿Será que envejecieron los críticos, intelectuales, académicos y hombres de ciencia y que, ya de viejos, son y hacen todo aquello que criticaron a los 20 años?
¡Cuánta falta nos hace José Emilio Pacheco, el poeta que acuño esa crítica al avejentado intelecto mexicano! Lo cierto es que el tamaño del acarreo del pasado domingo fue del mismo tamaño del fracaso del gobierno de López Obrador, un gobierno que apenas en su primer año debió recurrir a las peores prácticas del viejo PRI; al acarreo de Estado, la compra del aplausos fácil, a cambio de pan y circo. Sin embargo, el acarreo, el circo y el pan engañan a muchos por mucho tiempo, pero no engañarán a todos todo el tiempo.
Al tiempo
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