CANCÚN, QRoo, 10 de mayo de 2019.- Este destino turístico, el más importante de México, a sus 49 años tiene muchas historias de madres que son un verdadero ejemplo y de algunas otras que son peor que hienas.
Influenciado por la migración, la desintegración familiar, el alcoholismo, las drogas y todo tipo de violencia, es Cancún, según datos del CIAM el segundo lugar a nivel nacional en embarazos de adolescentes, quizá porque muchas de ellas inician sus relaciones sexuales a los 12 años y no tienen cerca a una mamá que  las cuide y oriente.
Pero lejos de las estadísticas del Centro Integral de Atención a las Mujeres de Cancún, y al margen de esas mujeres que se dedican a vender a sus hijos por unos miles de pesos, como se oye en la periferia del municipio o, como recientemente se dio a conocer, permiten que padrastros golpeen brutalmente a niños menores de dos años, hay casos excepcionales como el de Carmita, que nació en Yucatán, pero se vino a vivir muy joven a la Región 102 de Cancún.
Hace unos 30 años, con muy pocos recursos, compró junto con su marido, “un hombre de bien” un terrenito y construyeron una palapa, cuando en la zona hotelera apenas se desarrollaban los grandes complejos hoteleros.
Por esos años, don Raúl se hizo operador de taxi nada menos que en la terminal del ADO, donde buscaba ganar dinero para poder comprar lo necesario a Rosita, que en ese entonces cumpliría 7 años de edad, hasta esa noche…
“Hacía un viento sobrecogedor yo estaba en mi hamaca, él llegaba noche, pero esa noche no llegó…”, cuenta Carmita tranquila. Parece que el paso de los años, la han hecho una mujer muy fuerte.
“Rosa dormía, y de pronto, una ráfaga de viento abrió la puerta de la palapa, mi corazón latió muy fuerte”, relata, mientras sus ojos se fijan en un punto de un pasado que antes no quería recordar, pero que ahora afronta con positivismo.
La mujer que de lunes a sábado se levanta a las 4 horas para ir a trabajar empaquetando artículos, detalla que muchas horas después llegaron los compañeros de su marido a verla, sin él y sin el taxi.
Guarda silencio, endurece sus facciones por un momento, traga saliva y narra que le dijeron que don Raúl estaba muerto. 
“Encargué a Rosa y me fui con ellos a Playa del Carmen, a donde encontraron el taxi. Dijeron que tenía que ir a reconocer el cuerpo de mi marido al Semefo. Me comentaron que llegaron al sitio dos fuereños con maletas y ofrecieron dinero para que los llevaran hasta Playa del Carmen. Mi marido era el tercero de la fila, pero aceptó, porque íbamos a construir y los demás no quisieron’.
Carmita prosigue: lo asaltaron, lo degollaron y le metieron un palo por el ano, dejaron droga donde estaba el taxi, pero Raúl ni siquiera tomaba.
Los taxistas le dieron en ese entonces algo de dinero, “pero se gastó” y con su hija y sin familia, “no sabía qué hacer, no sabía hacer nada, a veces se me enfermaba la niña y no tenía ni qué darle, o ni qué comer, al principio caminaba con ella por las calles, me lamentaba, lloraba”.
Pero su fe fue muy fuerte, como sus ganas de sobreponerse de ese horror y de sacar adelante a su hija y comenzó a trabajar empaquetando en un supermercado de El Crucero, diariamente, sin descansar.
No vive en una casa con lujos, más bien es modesta, pero dio a su hija valores y carrera y ella, viuda y sin pareja desde entonces, “a veces un poco cansada por los achaques” trabaja muy fuerte y es una mujer y madre admirable que tomó un curso y se graduó. Ahora ayuda con su amor y consejo a quien se lo pide.
Este 10 de mayo, se fue temprano a trabajar y regresará a su casa por la tarde para descansar. Seguramente –dice– se hará unas quesadillas y agua de plátano.
Su hija y su nieto no irán. Rosita está casada y aprovechará que le dieron el día para hacer quehacer, mientras Carmita pasará ‘sola, pero contenta” en Cancún este Día de las Madres.