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CANCÚN, QRoo, 10 de abril de 2021.- Hacerse un retrato ya no es lo que era antes. En tiempos en que ya hay especialistas que aseguran que ya no hay fotografía, sino posfotografía -así se las gastan en Nueva York- el género visual más conocido y empleado por gente de todo el planeta, de las más diversas clases y condiciones, el retrato ya tampoco es lo mismo.
Desde luego, las fotografías oficiales no han desaparecido ni desaparecerán, pero la forma en que la gente se ve a sí misma y desea fijar esa imagen, en un tiempo y un espacio determinado, sí experimenta ya una transformación.
En la ciudad española de Málaga, se monta ahora una exposición llamada Dar la Cara, compuesta por ciento veinte obras de fotografía y nueve piezas de vídeo de veintiséis artistas, que repasan la evolución y la historia reciente del retrato en la fotografía y el vídeo.
A lo largo de la muestra, pueden verse las distintas variaciones y técnicas empleadas por los veintiséis artistas, entre los que se encuentran Thomas Ruff, Gilbert & George, Cindy Sherman o Suzanne Lafont.
Con Nan Goldin en la década de 1980 y Wolfgang Tillmans diez años después, la fotografía se convierte en una herramienta privilegiada para reclamar otra forma de vida. Sus imágenes, alimentadas por la cercanía y la complicidad cotidianas, son a la vez espejo de su propia vida y, en cierto modo, se convierten en un diario colectivo.
Uno de los rasgos en que coinciden los artistas, es que en el siglo XXI el retrato psicológico, cultivado en el siglo diecinueve como una forma de reflejar en la imagen el carácter o los rasgos de la personalidad del retratado, es algo da paso a otros intereses artísticos. El retratado ya no está aislado en el soporte del cuadro o de la fotografía; ya está en el mundo real, y en torno a él hay movimiento y vida. No es gratuito que los artistas plásticos de estos tiempos hayan vuelto a mirar a un viejo personaje, popular en los años setenta: la cámara Polaroid, que, después de haber caído, prácticamente en la extinción, ha resucitado.
Este séptimo y último capítulo de la exposición evoca con su título un texto de 1931 en el que el joven fotógrafo estadounidense Walker Evans rinde homenaje a la obra del alemán August Sander, el cual, a través de sus retratos, refleja la vida cotidiana de la sociedad durante la república de Weimar.
Como ellos, el artista libanés Akram Zaatari busca captar una sociedad a través de la fotografía. Para esta obra colabora con Hashem El Madani (1928-2017), un fotógrafo de barrio de Sidón, en el Líbano. Exploran así los quinientos mil negativos de El Madani, y Zaatari recopila 117 fotografías tomadas entre 1950 y 1970. El conjunto da buena cuenta de los diferentes rituales de poses que ofrecían los estudios de la época, con sus accesorios y sus actitudes estereotipadas.
La idea de la exposición es mostrar al público la manera en que fotógrafos y videoartistas dan la vuelta a los clichés y muestran cómo no reflejan la realidad, sino que modelan discretamente sus cánones y valores. Sus obras cuestionan la construcción pública de la identidad individual a través de la imagen, sugieren la representación del ser humano en la era de las redes sociales y los softwares de reconocimiento facial.
(Con información de Aquí Madrid)
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Quadratín Quintana Roo.
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