Supera expectativas aeropuerto de Tulum a un año de iniciar operaciones
LÁZARO CÁRDENAS, QRoo, 12 de julio de 2020.- Son las 6 horas, un día especial: el primero después de la casi interminable cuarentena…
Tomamos las chamarras, cascos, guantes y nos preparamos ansiosos a la salida, una noche antes habíamos hecho maletas, cargado combustible y alistado todo lo necesario para el viaje, aunque como siempre hay pequeños olvidos: el cepillo de dientes, la toalla, el traje de baño… lo normal…
La primera vez que salimos de casa en mucho tiempo, nos sentamos sobre la moto y la pregunta en broma es ¿Sabré cómo prenderla?, la risa brota de inmediato, encendemos el motor, la vibración es única, nuestros cuerpos y la máquina se unen en la primer descarga de adrenalina…
Todo listo y comenzamos la aventura, el destino: Holbox.
Holbox es una pequeña Isla situada al noreste de Quintana Roo, algo así como dos horas de camino saliendo de Cancún, y aunque su nombre significa en lengua maya hoyo negro, es un mundo que desde lo lejos aparece verde jade, tanto por las aguas de la Laguna Yalahau, que la separan del continente, como por sus frondosos cocoteros, manglares y plantas rastreras que contrastan con las largas playas, el cielo azul claro y el sol resplandeciente.
Llegar a este hermoso destino es una experiencia que como motociclistas disfrutamos.
La carretera, tranquila, con muchos paisajes pero pocas curvas y con un mantenimiento aceptable.
Partimos de Cancún por la carretera libre a Mérida, llegamos a Leona Vicario, después a Kantunilkín, Nativita, Solferino, en donde la parada obligatoria es visitar el Árbol Milenario de los Mayas.
Este árbol es un punto turístico en donde cuentan historias de la zona, nos explican las leyendas mayas más importantes y puedes aprender sobre el orquideario más grande de toda la región, y no por el tamaño, sino por las variedades de flores que aquí se encuentran.
Continuamos nuestro camino hasta Chiquilá, en donde después de estacionar los corceles de acero, partimos en lancha rumbo a nuestro destino, elegimos este medio de transporte en apoyo a los pescadores y lancheros de la región, que durante tres meses estuvieron aislados del mundo para evitar contagios de coronavirus, por lo que brindar trabajo es la mejor forma de cooperar con la reactivación económica del lugar.
Rumbo a la isla, nos cuenta Eduardo –quien se presentó como capitán de fragata económica– que Holbox actualmente es un lugar casi virgen, que forma parte importante del área de Protección de Flora y Fauna Yum Balam, esta área combina selva tropical, playas vírgenes, lagunas, cenotes y ríos, además de fauna salvaje como venado, tejón, jabalí, zorro, mapache, tortuga marina, boa y pavo de monte; aves acuáticas como la garza, pelícano, fragata, flamenco, cormorán y pato, entre muchas otras.
Nos presume que lo que vamos a ver en este primer fin de semana de reapertura de fronteras, como dice, es una gran colección de paisajes hermosos y poco frecuentados que forman un paraíso terrenal para vacacionistas con conciencia ecológica, que desean descansar, convivir con la naturaleza y conocer gente cordial.
Nos hospedamos en un hermoso lugar llamado Frecuency, en donde conocimos a Enrique, un holboxeño simpático que nos brindó todo el apoyo para que esta estancia fuera simplemente perfecta: sus habitaciones son cabañas geodésicas, es un lugar para descansar, relajarse y disfrutar verdaderamente, podríamos habernos quedado todo el tiempo dentro de estas singulares habitaciones, pero había que recorrer la isla.
Caminamos hacia Punta Mosquito, y el destino nos regaló el espectáculo de observar un grupo de flamingos rosados, mantarrayas, peces de colores, y una vista maravillosa de lo que es una zona no trastocada por el ser humano.
Visitar Holbox es un viaje en el tiempo, llegar a un pueblito con sus calles de arena pulverizada, con hotelitos pequeños, con personas sonrientes en cada esquina, este domingo, después de tres meses vimos como los lugareños se emocionaban con la llegada de turistas, observaban la luz al final del túnel después de esta larga y tediosa cuarentena.
Tender la mano a nuestros hermanos, visitarlos, comprar sus productos, agradecerles sus servicios, esto es lo que debería hacer en la nueva normalidad.
Horas de aventura, tal y como en cada oportunidad que la vida nos da –sobre todo ahora, con la latente amenaza del coronavirus– aprovecharla y disfrutarla, sentir el viento en el cuerpo, el rugir del motor, el abrazo reconfortante de nuestro copiloto, observar el atardecer y el amanecer, percatarnos de los detalles.
Hace tiempo que no compartía la carretera y los invito a que la próxima vez que viajen, sientan el viento en su cuerpo, olviden la música y escuchen los sonidos de la Naturaleza.
No importa si viajan en auto o en motocicleta, perciban todo lo que les rodea, sientan las maravillas de la Península de Yucatán, volvamos a ser niños y sorprendámonos con los pequeños detalles, ¿Se acuerdan qué les gustaba más?
Me despido, como siempre, soy su amigo Carlos, Mariguas, Pacheco, mejor conocido como el Capitán de Carretera.
¡Hasta el próximo abrazo!
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Quadratín Quintana Roo.
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