CANCÚN, QRoo, 27 de septiembre de 2020.- Los sueños se vuelven realidad cuando uno comienza a caminar, esas eran las sabías palabras de mi abuela, quien siempre fue la impulsora de mis viajes y mis locuras, de los mejores amaneceres, los mas bellos rostros y los mas grandes amores…

Gracias a ella fue que soñé con mi primer moto.

Este fin de semana les contaré de un lugar enclavado en la reserva de Río Lagartos, un pequeño pueblo que por poco y no aparece en el mapa, es un verdadero rinconcito sorprendente con su gente, la mayoría dedicada a la pesca o a lo relacionado con ella, sorprende su calidez y su amabilidad para recibir a los viajeros, siempre se han desvivido en atenciones para el visitante.


Pero primero lo primero, este pequeño poblado está ubicado al norte de la Península de Yucatán, entre la reserva natural de Rio Lagartos y Chiquilá, para llegar, hay que viajar desde Cancún, como es costumbre, por la carretera libre con dirección a Leona Vicario, después se da vuelta hacia Kantunilkín, de donde se toma la desviación hacia Colonia Yucatán, la distancia media de este punto es de 28 kilómetros, y se encuentra una bella carretera de dos carriles, en donde tendrán que tener cuidado con los baches, y los animalitos que se pueden atravesar.

Después de llegar a Colonia Yucatán, se toma rumbo a Misne Balam, más hacia el norte, éste será el último pueblo que hay para tomar agua o comprar otra bebida.

De ahí hasta El Cuyo son casi 30 kilómetros, la carretera es un poco complicada porque hay espacios en donde se reduce por la vegetación, pero en general, tomando las medidas necesarias y respetando los límites de velocidad, será un viaje tranquilo.

Ya en El Cuyo hay varias opciones de hospedaje, recordemos que son lugares sencillos, sin grandes hoteles, pero con habitaciones limpias y cómodas.

Para esta ocasión, mis compañeros de viaje eligieron hospedarse en Las Cabañas El Cuyo, un hotel sencillo, apto para pernoctar y disfrutar de la playa, sin muchos lujos, pero con una atención maravillosa.

El pueblo es pequeño, pero su muelle, su playa y su esencia hacen de este lugar un punto especial para olvidarte de todo lo que el día a día tiene para estresarnos, la brisa del mar se percibe diferente, el ritmo pausado de las olas permite relajarse y respirar tranquilamente.

Durante el fin de semana tuvimos la oportunidad de convivir, platicar, tomar un buen líquido refrescante y una buena comida, reencontrarnos no solo con la carretera, sino con nuestros amigos, viajar acompañado para después compartir las sensaciones, los paisajes, los animales que vimos.

Y nuevamente comenzamos a respirar a través del escape de nuestras máquinas.

Hay tiempo para todo en la vida, menos para sufrir por ella, frase celebre que me hizo reflexionar sobre cuántas oportunidades perdemos por quejarnos de lo que está sucediendo y no dar el primer paso para abandonar nuestro lugar al menos unas horas.

Si buscas un lugar para encontrarte, te recomiendo que te pierdas en la carretera, viajes a El Cuyo, reserves una habitación y te sientes a la orilla del mar a disfrutar del sonido mágico que tiene esta vista.

Desde este lugar perdido en la Península de Yucatán, te saluda tu amigo y confidente Carlos Pacheco, tu Capitán de Carretera.
¡Abrazo!

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