OTHÓN P. BLANCO, QRoo, 27 de noviembre de 2021.- Desde la cima de la colina más alta del sitio arqueológico de Kohunlich, cinco rostros mitificados de enormes ojos vigilan hacia el ocaso del sol la antigua ciudad maya ubicada en el sur de Quintana Roo, y cada atardecer acompañan con su mirada el recorrido del astro en su viaje al Inframundo.

Son los mascarones monumentales de Kohunlich, rostros de casi dos metros de altura modelados en estuco (cal y arena) que destacan en la cara principal del templo más importante del sitio, construido en la cima de una colina repleta de árboles y corozos.

Los mascarones son elementos ornamentales muy comunes en la arquitectura maya del Clásico temprano (200 – 600 d.C.). Dos sitios del sur de Quintana Roo los conservan de manera excepcional: Chakanbakán, aún cerrado al público y Kohunlich, donde el visitante puede admirar a cuatro de ellos flanqueando la escalinata del templo principal y uno más pequeño rematando el lado sur del último cuerpo del edificio.

Por las características de los materiales con que fueron elaborados y el clima al que están expuestos en esta región, la conservación de los cinco mascarones constituye uno de los retos más grandes de la restauración mexicana.

En su intervención se han formado generaciones de restauradores y desde el año 2005 el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) inició un proyecto de conservación permanente que ha permitido rescatar paulatinamente la iconografía original y controlar su deterioro.

El material con que fueron modelados originalmente los mascarones es una mezcla preparada básicamente con cal como cementante y cargas compuestas de arena y sascab, un producto derivado de la intemperización de rocas calizas, muy abundante en la región, con las que se formó una argamasa que técnicamente se llama mortero, mejor conocida como estuco, diferente al estuco original que contiene yeso en lugar de cal.

Por el desgaste y agotamiento natural de dichos materiales, los mascarones empezaron a presentar una condición de pulverulencia y grandes oquedades en su interior. En las primeras intervenciones que se llevaron a cabo en los años setenta, cuando no había muchas investigaciones sobre el comportamiento de polímeros sintéticos en condiciones de alta humedad y temperatura, como las de los ambientes selváticos, estos productos fueron aplicados por los restauradores para devolver firmeza al estuco.

De acuerdo con la arqueóloga Adriana Velázquez, “los rostros que aparecen como elementos principales de los mascarones parecen corresponder a personajes históricos investidos con atributos que los colocaban en el centro del universo y de la vida de la comunidad”.