Con vigilancia continúa velorio de presidente de Feria de Chilpancingo, Guerrero
No es cualquier cosa para una palabra en el idioma inglés ganarse el honor de ser designada la palabra del año por el diccionario de Oxford. La competencia es feroz. Para ser aún más dramáticos debemos mencionar que en 2016 la palabra designada fue toda una revelación sociológica y política. Se trata de Post-Truth, un término compuesto de lustre reciente.
¿Qué tiene que ver la palabra del año con la ciencia? La respuesta es muy simple: si un político puede mentir sin consecuencias, ¿qué pasa si un científico lo hace? A final de cuentas se supone que un científico busque la verdad, y aún debatir sobre la existencia misma de ésta, pero definitivamente las consecuencias de engaños masivos por parte de los científicos serían desastrosas. Nuestra salud, alimentación, confort y muchas cosas más dependen de la seriedad de su trabajo. Por supuesto, quizá en muchos casos, después de algún tiempo, la verdad saldría a la luz, eventualmente en algún momento histórico.
Lo importante es ¿después de cuánto daño? El asunto es ¿y si es cierto? ¿Qué ocurriría si la humanidad ya considerara que la búsqueda de la verdad no es un principio intrínseco que guíe la ética de la sociedad? Las elecciones recientes de nuestros vecinos del norte nos muestran que eso puede ocurrir. La suposición de que podemos vivir en un mundo donde demostrar que una aserción es cierta, no importa, y aun a sabiendas de que es falsa, no hay consecuencias.
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