Anuncian cambios en organismos hoteleros del Caribe Mexicano
A todos mis amigos y a cualquiera que pudiera importarle leer y compartir este texto, si le es posible.
Me acerco a la Ciudad de México, a los dos años de estar recluido en prisión por un delito que jamás cometí y que fue ordenado en su fabricación, según abundantes evidencias, por personajes de poder en Quintana Roo.
Como casi todos Ustedes, amigos y conocidos saben, salí de Tulum desde mayo de 2019, en medio de amenazas de todo tipo y luego del asesinato a balazos de dos amigos periodistas.
Primero, El Güero, en el municipio de Felipe Carrillo Puerto; y luego, el de Rubén Pardo, en Playa del Carmen, Solidaridad.
Ambos vecinos de Tulum.
En esos años de violencia y sangre sin freno, denuncié periodísticamente la coalición de mafias y bandas criminales con los más altos niveles del poder político.
Entre las muchas amenazas que recibí, una incluso fue muy cordial, pues mientras un dirigente político me invitaba un café, me dejó saber que el jefe de ese político “estaba harto de mí” y me aconsejaba que aprendiera de aquellos amigos periodistas muertos, porque de hecho los que acabaron con ellos, me aseguró, se habían “saltado a Tulum donde estaba el que seguía”, refiriéndose por supuesto a mí. Y agregó con desparpajo que precisamente por ser mi amigo, era que transmitía el peligro de no ser dócil con el Gobernador y su gente, y que podían “ser muy generosos conmigo si yo fuera su amigo”.
También me dijo que el entonces presidente municipal de Tulum, Víctor Mas Tah, era uno de los más cercanos al gobernador “era su gente”.
Después de esa amenaza -y por no suspender mi trabajo periodístico de denuncia sustentada y sin esbozo-, recibí un atentado a mi vida y otros más a mi patrimonio.
Entre algunas bombas incendiarias a mi casa y a mis vehículos e incluso mi más cercano círculo familiar se vio afectado.
Por supuesto, en todos los casos interpuse denuncias formales tanto en la Fiscalía de Quintana Roo, donde varias veces intentaron negarme su recepción, incluso cerrando las puertas de la Fiscalía.
Después, las interpuse ante la Procuraduría General de la República, que así era entonces, a través de la Fiscalía Especializada en la Atención de Delitos contra la Libertad de Expresión, denuncias que sumaron en esos tiempos, quizá una docena, y en las que, por supuesto, no hubo avance ni esclarecimiento de algún tipo.
De todos es sabido el clima de terror que invadió a Quintana Roo, en el gobierno de Carlos Joaquín González, que está por terminar; y a Tulum, sobre todo durante la presidencia del jefe de criminales Víctor Mas Tah, quien comandó por esos años a su banda familiar llamada Los Cebúes, también con otros grupos delincuenciales asociados a su banda.
No me arrepiento ni de los riesgos a los que me expuse entonces ni a los de ahora. Ni de las consecuencias a mis denuncias periodísticas que siempre han sido frontales, pero también siempre han sido responsables y fundamentadas y además firmadas con mi nombre.
No me arrepentiré nunca porque con ese trabajo y con el de otros libres periodistas, algunos acallados triste e impunemente a balazos, una gran parte de la sociedad de Tulum y de Quintana Roo abrió los ojos y en las elecciones pasadas pudo sacudirse parcialmente de esos personajes.
Aunque el posible retorno de ese nefasto poder puede continuar vigente y políticos como Víctor Mas Tah saltaron del partido que se hunde en su descrédito, al Partido Acción Nacional, desde donde militaban a las nuevas banderas políticas.
Nada de qué sorprenderse, ya que antes el gobernador Carlos Joaquín González, como el que era el presidente municipal de Tulum Víctor Mas Tah, habían saltado del PRI donde militaron casi toda su vida al PRD, y luego de ahí rápidamente al PAN, donde Carlos Joaquín González fue incluso presidente nacional de la Convención de Gobernadores.
Ahora como el símil de las ratas que, para no ahogarse abandonan el barco que se hunde y se suben al que flota, esos y muchos otros políticos han de inocular su miseria a los partidos de la llamada 4T que por eso no llegará a lograr una transformación completa. Pues con esas nuevas militancias a revista empezará demasiado pronto su descomposición, para desgracia de quienes creímos y votamos siempre por esas opciones con la esperanza de que el país cambie.
El teatro de la humanidad y su pretensión de poder es la historia del hombre y quizás sobre todo en lo que al género se refiere.
En estos casi 22 meses en prisión, he podido confirmar que la mayor reserva de humanidad que tiene el hombre está depositada en las mujeres, cuyo aprecio y respaldo he recibido en abundancia.
No me detendré en los detalles del delito que me imputaron falsamente y por el que me condenaron sin pruebas verdaderas, excluyendo además prácticamente todas las pruebas presentadas por mi defensa, entre ellas testimonios de los vigilantes de mi departamento, señores de la tercera edad, un hombre y una mujer, que afirmaron nunca haber percibido ningún disturbio ahí.
Y durante más de dos semanas, en referencia al supuesto delito que me imputaron, aseguraron haber visto todos los días entrar y salir a la supuesta víctima sin ningún asomo de aflicción, e incluso dieron testimonio que en dos ocasiones esta supuesta víctima les ofreció dinero para ser sus testigos de un ataque que según dijo había ocurrido semanas atrás de cuando les pidió que fueran sus testigos.
Ellos se negaron, por supuesto, y en cambio declararon posteriormente ese intento de cohecho ante la Fiscalía de la Ciudad de México, en referencia a mi acusación y a mi caso.
En el proceso que duró casi un año para condenarme, la juez del caso no tomó en cuenta esos testimonios, pero además excluyó dos peritajes: uno médico y otro criminalístico, que concluían varias incongruencias entre las declaraciones de la supuesta víctima y las evidencias que más bien apuntaban a falsedad de declaraciones.
En el colmo de la evidente juez de consigna para declararme culpable, ésta permitió que la parte acusadora jamás se presentara a las audiencias del caso y no solo eso, validó el argumento de esa falsa víctima y del Ministerio Público de que yo era “muy poderoso política y económicamente” y que por eso podía mantener agentes en Tulum –donde afirmó– se refugiaba a escondidas, pues por mis órdenes amenazaban su vida, como si en verdad fuera yo poderoso política y económicamente.
La aceptación de tan burdo como falso argumento por parte de la juzgadora me dejó en absoluta vulnerabilidad legal, al no poder rebatir ni contrastar en nada mi defensa ante una juez que decidió por supuesta perspectiva de género, condenarme sin prácticamente atender a alguna prueba, más que a la fe ciega de una falsa acusación que decidió hacer verdadera para ella.
La fe, la creencia ciega, la fe sin pruebas y dogmáticas alumbró hace siglos el nacimiento de la Inquisición, que condenaba igual y sin defensa posible a muchos acusados inocentes. a la fecha, algunos jueces y juezas aprovechan la coyuntura necesaria de la justa lucha del feminismo y la perspectiva de género para cumplir consignas, para castigar inocentes, para subir índices de castigo y los acusados son pobres en su mayoría o personas que tenían consigna en contra de ellos, porque una defensa adecuada cuesta demasiado dinero, y a veces, ni con eso es suficiente para lograr justicia donde debía imponerse al menos la duda razonable.
La muerte me ha rondado mucho en estos últimos años, pues además de los dos amigos periodistas que mencioné, habían matado antes de salir de Quintana Roo a un tercer periodista, también amigo mío. Fue muerto a balazos en Playa del Carmen, apenas unos días después de que yo abandonara el estado para salvar mi vida.
Más de un año después de esto y ya prisionero con la ominosa figura de prisión preventiva que tanto daño hace a miles de personas.
Apenas al comenzar mi proceso, mataron también a balazos a mi abogado defensor titular. Lo mataron el 1 de julio de 2021, por supuesto no hay ningún avance en su investigación. Es terrible y debilita mucho el alma un clima tan sangriento.
Apenas en marzo pasado, ya en medio de otros peligros en el Reclusorio Oriente de la Ciudad de México, donde positivamente terco sigo siendo periodista y lo seguiré siendo así, una trifulca campal dio inicio con la versión circulada entre algunos reclusos de que mi persona –supuestamente protegida, desde hace poco antes por las autoridades penitenciarias, pero en realidad duramente segregada por la autoridad penal-, había regresado al antiguo dormitorio y con facilidades de elementos policiacos, fungiendo como custodios penitenciarios, un grupo de internos que forman parte de la mafia local de Los Duques, del dormitorio anexo 7, intentó tomar por asalto a los del dormitorio 3, donde antes yo estaba y donde el rumor era que yo había regresado.
Por eso empezó ese caos que se sofocó horas después y que en medios de comunicación se calificó como ‘intento de motín’ con un saldo, un triste saldo, de dos fallecidos.
Queridos amigos, estoy seguro de que muchos pueden aterrorizarse, no desgraciadamente para quienes idearon y operaron mi entrada a la cárcel. Quizá tenían previsto que mucho antes de finalizar mi proceso, yo habría muerto en prisión donde muere tanta tanta gente, incluso por constantes y extraños suicidios en los que quien supuestamente se quita la vida parece amordazado y maniatado, tal vez esa podría ser su previsión, que muriera en esas condiciones u otras completando así el asesinato civil que me impusieron abundantemente en decenas de medios de comunicación, tanto nacionales como estatales, y voy a citar algunos ejemplos:
“Resultó un violador el reportero que intentó desacreditar en La Mañanera de AMLO al tolerante y respetuoso buen gobierno de Carlos Joaquín en Quintana Roo”, eso podía leerse en un medio digital de Guerrero.
Otro ejemplo: “Periodismo criminal: el caso del reportero Héctor Valdés”, eso pudo leerse en el periódico Excélsior, de circulación nacional, uno de los más antiguos del país, pero también de los más desprestigiados y reconocidos como conservadores.
Hace unos momentos decía que la mayor reserva de la humanidad son las mujeres y tengo sobrados motivos para confirmarlo.
Ni el aberrante delito que me causaron con falsedad y por el que ahora estoy prisionero, incluso siendo inocente, ha hecho dudar a tantas mujeres amigas a quienes ahora debo tanto y a quienes no quiero dejar de mencionar.
Nunca tendré con qué compensar el aprecio, la calidez, la ayuda emocional, las charlas larguísimas por teléfono y la ayuda de todo tipo, incluso económica, que muchas veces he recibido en estos casi dos años de parte de tantas mujeres valiosas.
Gracias a Nancy mi admirada y brillante, intelectual y profesional amiga que me ha regalado tanto tiempo y tanto cariño.
Gracias a Laura, que como Nancy, me mostró un inacabable afecto y que –incluso sabiendo mi imposibilidad de devolver–, me ayudó económicamente por muchos meses en los que benefició a otros ocho reos que vieron cambiar completamente sus condiciones de reclusión, pues la celda comunal en el Reclusorio Oriente, estaba terrible, ruinosa, ominosa y opresiva, y gracias a su apoyo, pudo renovarse y equiparse.
Uno de los compañeros internos siempre me decía “tu amiga es una santa, dile que Dios la bendiga”… en realidad es una empresaria exitosa y una persona íntegra y de verdadera convicción social.
Gracias a otra amiga Laura, que también, como Neus y como Karina, no dudaron ni un poco en enviar cartas de buena referencia y de confianza a un juez de encauzamiento en el caso inicial, en el que narraban una constante convivencia conmigo, competencia que siempre fue de respeto hacia ellas y hacia muchas mujeres.
Gracias a Gaby, a mi amiga y ex jefa que tanto me ha animado y también tanto me ha rogado que evite los riesgos de seguir siendo periodista en la prisión.
Gracias a Liliana, una corresponsal extranjera, por el ánimo.
Gracias a América por sus palabras.
Gracias a Gabriel, las mayores muestras de aprecio que tanto le costaron y que nunca podría pagar con nada, también gracias a su madre, de quien recibí por su intermedio muchas oraciones que, seguro estoy pudo con varios males y demonios.
Gracias a varios amigos que, pese al señalamiento del que fui objeto, del que soy víctima, pese a eso, durante los meses previos a mi detención y todavía en libertad, me visitaron para hacerme sentir su afecto y su confianza, me visitaron directamente al departamento.
Gracias incluso a dos amigas que pude conocer en esos días, los últimos meses en que estuve libre y que igual conociendo la infamia de que se me achacó profusamente en medios de comunicación, decidieron regalarme su amistad y su confianza.
Gracias a quienes más dulcemente quiero y a quienes por las dudas callo.
Gracias finalmente a muchas mujeres y hombres de la CNDH, específicamente del Mecanismo contra la Tortura, que hace meses ya se enfrascan en conservar intacta mi vida de prisionero.
Pero, sobre todo, gracias a una de las mejores periodistas y luchadoras de derechos humanos de México que trabaja desde los Estados Unidos. A quien ahora le debo varias veces la vida, a Guadalupe Lizárraga, quien no solo en los primeros días de mi encierro y sin que yo lo esperara, me hizo llegar hasta aquella celda de 12 metros cuadrados en la que estuvimos más de 20 días 22 prisioneros, hasta allí me hizo llegar un milagroso paquete de sobrevivencia que consistió en ropa, en libros, en artículos de higiene, en dinero, en tarjeta telefónica.
Y aquí de verdad quiero hacer mención a esto porque es necesario, sin eso no hubiera podido sobrevivir, porque es necesario decir que las cárceles de México son no solo de las más corruptas en el mundo, sino también de las más salvajes, de las más sorpresivas, y –créanlo– en esas cárceles de la Ciudad de México no se mejora en algo; tristemente empeoran en estos tiempos de supuesta transformación del país.
Gracias a Lupita (Guadalupe Lizárraga) pues que desde aquellos días asumió una defensa mediática al contemplar la injusticia terrible de la que soy objeto, defensa que hasta ahora continúa, junto con la de otros inocentes cuya causa enarbola.
A mis amigos hombres, la fortuna es que son muy pocos por mencionar y en el infortunio he aprendido que los hombres somos poco empáticos y pocos solidarios. Gracias Carlos B., catalán formidable que además de brillante académico es un comprometido con sus amigos. Gracias por sus muchos libros, por la ropa, los insumos en sus visitas.
Gracias también, en su memoria, a dos grandes amigos fallecidos, víctimas del Covid 19, que tanto me mostraron aprecio fuera y luego en prisión.
Al doctor Juan Mena Ramos, de Tulum, Quintana Roo, que en vida trató de interceder por mí con algún otro amigo que pudo ayudar en aquel momento.
Gracias también a la memoria de Luis, un amigo a quien conocí en Ciudad de México y que en pocos meses se convirtió en leal amigo, falleciendo el año pasado en Playa del Carmen.
Gracias a Francisco Canul, periodista y antiguo colaborador de mi portal de noticias Tulum en Red.
Gracias por recibirme algunas llamadas y también gracias por aconsejarme, buscar y rogar por mi libertad al gobernador Carlos Joaquín y al nefasto Víctor Mas Tah.
Gracias por ese consejo que tuvo sus fundamentos, tristemente, porque él mismo también estuvo en prisión en Playa del Carmen, acusado falsamente también de esos delitos que le gusta fabricar al gobierno de Quintana Roo, de un delito incluso más ominoso que el que se me fabricó.
Francisco tuvo que rogar por su libertad a esos terribles señores del poder y fabricantes de delitos, a quienes tuvo que prometer sometimiento y servicio. No me lo contó nadie, lo sé por él mismo, pues solo así logró -con la intervención de estos señores- que un juez lo exonerara después de seis meses de prisión.
¿Quién puede criticar?, ¿quién busca salvar su vida, conseguir su libertad y reparar su honra lastimada?, ¿quién puede criticar a esas personas? Yo no podría.
Pero espero que tampoco se me critique por ejemplificar fehacientemente lo que pueden hacer y el grado de daño que pueden lograr impunemente los hombres del poder en México.
Después de todo, ya lo dijo Don Quijote de la Mancha: “solo hay dos cosas por las que sin dudar debe exponerse la vida, una es la libertad y la otra la honra, no lo olvides nunca Sancho”, decía Don Quijote.
Creo que todos debemos ser Sanchos.
Sigo luchando por salvar al menos mi honra, que es mi dignidad, sobre todo ante ustedes Queridos Amigos a quienes va dirigido este mensaje desde la penitenciaría de la Ciudad de México, en Santa Martha Acatitla, en estos días de septiembre.
(Gracias a la periodista Joselaine Gutiérrez por la asistencia en edición).
Héctor Valdez es un periodista quintanarroenses preso, que ha sufrido tratos crueles y se encuentra aislado en Santa Martha Acatitla, por revelar corrupción.
Vaya a él toda nuestra admiración y respecto, y la certeza de que creemos en su honra y en su inocencia.
(Con información de Tulum en Red y Los Ángeles Press).
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Quadratín Quintana Roo.
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