El presupuesto es un laberinto
Tiene que haber cambios. En general la sociedad mexicana comparte la idea de que este país debe transformarse. Lo que ocurrió en las urnas el pasado 1 de julio fue una expresión de esa necesidad que ha venido ganando aceptación entre los ciudadanos. Tantos problemas se han venido agravando que no hay manera de negar de que algo anda mal y debe haber transformaciones.
El problema es la estrategia para el cambio. Las diversas reacciones que se han externado en las últimas semanas en torno a la manera en cómo se están promoviendo las iniciativas para lograrlo debieran movernos a reflexiones con seriedad autocrítica. La nación mexicana no es un todo uniforme, la diversidad de intereses, ideologías, creencias, concepciones de vida, aspiraciones, tramas culturales, conforman un mosaico complejo, cohesionado en ocasiones con ligamentos fragilísimos. La manera en cómo desde el gobierno se manejen esos frágiles ligamentos es determinante para el éxito de las transformaciones. La sensibilidad para comprender los temores y las aspiraciones de cada grupo social no debiera de omitirse a la hora de tomar decisiones.
El cambio basado en manotazos y en decisiones soportadas sólo en la autoridad moral de una persona y en la fuerza mayoritaria de una elección como cheque en blanco, no son los medios adecuados para transitar a cambios firmes dentro de la gobernabilidad. De no cuidarse con la máxima prudencia el estilo para gobernar tendremos consecuencias nada halagüeñas, entre ellas el crecimiento de la resistencia al cambio y la constitución de una aspiración conservadurista, como medio para resistir a cambios amenazantes.
La transparencia, el diálogo y el consenso, esos conceptos muy caros a la construcción democrática de los últimos 30 años, no deben ser sepultados como parte de la crítica a la clase política fallida de aquellos momentos, todo lo contrario, deben ser conceptos centrales para empujar las transformaciones que se pretenden implementar. Las estrategias de confrontación gratuita terminan desgastando la confianza social y envenenando las relaciones entre los protagonistas de nuestra sociedad y eso no ayuda en nada a la sustentabilidad de los cambios que la nación demanda.
Tal vez para algunos mexicanos sea opción una metodología de cambios accidentados basados en la tensión y la ruptura. Están en su derecho. Pero es imprescindible que se razone sobre las consecuencias que ya se pueden ver en el ámbito de la vida económica y la convivencia política. Seguir por ese camino nos llevará en breve a convertir todos los rincones del país en una gigantesca arena de lucha de todos contra todos. Azuzados por el reduccionismo de la visión de buenos contra malos, por un encasillamiento subjetivo que sólo justifica el odio.
No debe perderse de vista que a la par de las transformaciones -es más su propósito superior- debe preverse el fortalecimiento de las instituciones. Ningún cambio puede prosperar si no es dentro de la perspectiva de la consolidación de las instituciones. Todo lo que se haga sin esta previsión será construir en el aire.
Los políticos que hoy tienen mano para inducir el cambio cometerían un grave error si pretendieran arrasar las instituciones autónomas o ciudadanizadas por el sólo hecho de que han tenido algunas fallas. De lo que se trata es de lograr que realmente funcionen bien, no de destruirlas para otorgar su función al poder central. Si así fuera estaríamos asistiendo al retroceso de nuestra democracia y concediendo que la transformación viene en sentido contrario a lo que se esperaba.
Es cierto que queremos el cambio, que muchos problemas que nos tienen sitiados impidiéndonos el crecimiento, se deben al mal funcionamiento de las instituciones, pero determinado este fenómeno por malos políticos. Así que la apuesta debe echarse en favor de consolidar y fortalecer instituciones y en lograr un entramado jurídico justo y con excelente funcionamiento. Deseamos un cambio dentro de la gobernabilidad y el consenso no uno basado en el linchamiento del otro y en la demolición de instituciones.
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Quadratín Quintana Roo.
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