¡México debe tomar el control de este gran problema!, señaló en días pasados Donald Trump en su cuenta de Twitter; el cual se ha convertido en el panel de anuncios de su política pública, el mapa de ruta sobre su campaña, y el diario donde escribe sobre sus aliados y adversarios. Pero hoy adquiere especial relevancia, ya que consideró que ambos países podrían coincidir en el enemigo a vencer, el cual no es tan intangible como el Covid 19, pero es igual de escurridizo y letal: El crimen organizado abre puertas sin obstáculos, entre ambos países.


Todo esto se desencadenó porque la Fundación Judicial Watch expuso el tema de la construcción de un túnel transfronterizo descubierto recientemente por las autoridades estadounidenses, el cual sale en un almacén de San Diego justo al lado de un concurrido puerto de entrada de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP).
En este marco, la Fundación califica a los narcotraficantes como “realmente audaces”, pero para que exista esta audacia, es porque abundan los damnificados. No son pocas las complicidades, y las corruptelas que ayudaron a la construcción del túnel, ingredientes centrales de la crisis que enfrentan ambas naciones.


En la lucha contra el narcotráfico hay quienes dicen que “Estados Unidos pone las armas, y México los muertos”, pero debemos ir más profundo en la ecuación, Estados Unidos tiene los compradores y aquí padecemos las graves crisis derivadas de la producción y trasiego de estupefacientes. Así que es tiempo de una mesa binacional que no esconda sus fantasmas y entre sin temor, a un debate profundo sobre cómo arreglar el problema.
Tal como lo subrayó el embajador Christopher Landau “La seguridad es un reto compartido y una responsabilidad compartida. No nos ayuda pasar el tiempo culpándolos los unos a los otros.

Necesitamos cooperar y estamos cooperando. Lo que importa son los resultados en ambos lados de la frontera, para el bien de ambos países”. Con esta franqueza es como debería iniciar cualquier foro de entendimiento.
Hay estimaciones, como las de la investigación de Rand Corporation, que señala que los consumidores de cocaína, heroína, marihuana y metanfetaminas en Estados Unidos gastaron aproximadamente 150 mil millones de dólares en 2016. Es una cifra sumamente importante, lo suficiente para provocar en México una feroz lucha por ser proveedores. Cabe señalar que la mayor parte de la ganancia se queda en el país del norte, por lo que también se debe poner en el eje de la investigación a las pandillas y su relación con los narcotraficantes mexicanos.


Si agregamos un punto, las pandillas no solo adquieren la droga de nuestro país; por ejemplo, el Washington Post reporta que la mayoría de Fentanyl, una droga de lo más letal, viene directamente de China, gracias al servicio postal oficial del gobierno norteamericano. Así que la autocrítica debe iniciar en casa, aunque la limpieza requiere del trabajo coordinado de naciones vecinas.


Poniéndolo en dimensión, las sobredosis de drogas, en el 2016, era la principal causa de muerte entre los estadounidenses menores de 50 años; y la tasa de crecimiento de muertes es de 19 por ciento anual.


En este marco, las actividades relacionadas con la droga, arrojan resultados mortales en ambos países. Según el Centro para el Control de las Enfermedades (CDC), en 2017 las drogas mataron a 72 mil 287 personas en Estados Unidos. En ambos países dejan víctimas. Sin embargo, en México tiene más que ver con la violencia provocada por la actividad, que por el consumo.


De acuerdo a la ONU, 2.3 por ciento de la población de Estados Unidos es consumidor de cocaína, 1.2 por cuento consume éxtasis; así que al existir demanda, en México la oferta ha desatado cruentas batallas territoriales, económicas y de poder; pero sobre todo, de complicidades y corruptelas en las autoridades de todos los niveles, pero lamentablemente, son en las locales donde existe una mayor podredumbre.
Así que ¿por qué aparece un túnel transfronterizo? Porque se han conjugado las condiciones sociales en ambos países; existen autoridades cómplices, en medio de un mercado cada vez más exigente, y que arroja jugosas ganancias; en un círculo vicioso – económico.


Sin embargo, hoy en día no podemos hablar con certeza, de que las autoridades encargadas de impartir justicia, sean independientes al yugo del crimen. Recientemente han sido cesado jueces, a quienes se les demostró culpabilidad al favorecer a criminales.


Otra cuestión que debemos reflexionar como país, es que la ley y la justicia no pueden ir en direcciones contrarias. Como muestra está el ex Gobernador de Veracruz, Javier Duarte, a quien le ratificaron una condena de nueve años, pero con la revocación del decomiso de los bienes que se le atribuyen. ¿La razón? usó prestanombres, muchos de los cuales siguen en juicio y, por lo tanto, no han sido condenados ni sentenciados.


Es decir, purgará una condena de nueve años, quizá menos por las argucias legales que puedan darse, y al salir podrá disponer de propiedades bajo sospecha de ser mal habidas. Como anécdota, estos bienes le caerían al gobierno federal y a su bandera de Devolver al Pueblo lo Robado, recursos que no despreciaría la Secretaría de Hacienda, para los programas sociales de Andrés Manuel López Obrador.


El problema existe y es binacional. Las autoridades locales están siendo rebasadas y en el peor de los casos cooptadas por el crimen. No son raras las noticias de violencia en estados fronterizos como en Chihuahua, donde una semana sí y la otra también, escuchamos de atroces crímenes en contra de ciudadanos a lo que debía protegerse.


Así que si Estados Unidos y México quieren resultados, que sigan la ruta del dinero. Es tiempo de verse como socios realmente; con la misma seriedad que buscaron un acuerdo comercial de América del Norte, así deben encontrar acuerdos para combatir el crimen organizado, que también pasa por recomponer el dañado tejido social.
Completaría la frase de Donald Trump: ¡Debemos tomar el control de este gran problema! Porque el túnel más peligroso, el más dañino, se perforó con corrupción, se reforzó con impunidad y es tan largo que caben años de complicidades, y tan oscuro como toda la sangre derramada.