Vivir en pesadilla
*Punto más…
El Gobierno Federal ha extendido políticas públicas de promoción a la inversión mexicana o extranjera que desee acogerse al fenómeno económico del nearshoring. Los estímulos fiscales estarán dispuestos para el año en curso y el siguiente, en el 2024, que seguramente pudieran extenderse por más tiempo, limitarse, agregarse o eliminarse.
Hay estímulos fiscales que van del 56 al 89 por ciento más 25 por ciento extra por tres años a proyectos y recursos invertidos en capacitación. Operan los estímulos para todo el país.
El propósito es incentivar la llegada de capitales al país so pretexto del proceso de nearshoring.
Como política pública es una decisión correcta que demuestra voluntad e interés de propiciar y provocar que capitales que deseen aprovechar las ventajas competitivas de México (como la existencia de una red de acuerdos de libre comercio o de complementariedad económica entre los cuales está el TMEC) lo puedan hacer con ciertas ventajas, como una deducibilidad acelerada o hasta tres años de deducibilidad extra para inversiones relacionadas con la capacitación de la fuerza laboral.
Si algo pudiéramos criticar de esta decisión del Gobierno es que pudo haber surgido poco antes (2021, digamos) cuando ya era evidente que el fenómeno de relocalización geográfica era una tendencia posterior a los “estrechos” provocados tanto por la pandemia como por la guerra iniciada por Rusia contra Ucrania.
Para los procesos productivos y posterior comercio global, el “estar cerca” era fundamental. Recordemos que la pandemia del 2020 evidenció las limitaciones y las consecuencias de tener tan lejos geográficamente a los proveedores.
Importante mencionar también que para la Unión Americana el reconocer vulnerabilidad soberana al tener fuera de sus territorios y de sus círculos geográficos a proveedores tan importantes como los productores de microprocesadores, ahora piezas fundamentales de la “nueva economía”, exige el “traerlos a casa o cerca de casa” para restar debilidad estratégica soberana.
México reconoce que le interesa que más empresas lleguen a territorio nacional y contribuyan con sus inversiones a mejorar el entorno económico estatal, regional o nacional. Si no fuera importante para el Gobierno Federal la llegada de más capitales no tendría sentido promover su arribo mediante extensiones de estímulos fiscales a su traslado a nuestro territorio.
Pero eso exige congruencia y es un punto que tendríamos que cuidar celosamente. No vamos a “invitar” a mayor número de empresas y capitales del mundo a que lleguen a México para cambiarles las reglas del juego cuando éste ha iniciado. No vamos a invitarles a llegar para limitarles posteriormente su participación en nuestra economía mediante cambios de criterios de su intervención.
Tendremos que garantizarles, por ejemplo, agua suficiente, procesos de reciclado del recurso, energía suficiente, competitiva en precios, pero sobre todo, obtenida mediante recursos tecnológicos limpios para limitar la generación de contaminantes que dañen el medio ambiente. Este es cada día un requerimiento más arraigado entre las grandes empresas multinacionales.
Los capitales que decidan aceptar la oferta de promoción del Gobierno Mexicano no vienen a recibir exhortos de extorsión de las bandas de narcotráfico que cuentan con un ejército de empleados informales que convierten a esas bandas criminales en el quinto empleador del país.
No vienen esas empresas a arriesgar a sus plantillas ejecutivas de que puedan ser secuestradas y después negociados los términos de su liberación, ni esperan ver a sus unidades de reparto robados en carretera. Quieren seguridad jurídica y garantías de funcionamiento en todo momento.
Y eso, que no aparece en los acuerdos de promoción extendidos por el Gobierno se da por hecho; el que el Gobierno Federal garantiza esos “debe de debe” que se extiende en cualquier otra nación que desea ser receptor de inversiones de grandes empresas o bien de proveedoras de grandes empresas.
Las políticas públicas para incentivar inversiones productivas (empleo, capacitación, mejores salarios y lo que por añadidura tiene que llegar) no son nuevas. En la década de los años cincuenta cuando aparecen varias políticas públicas de promoción de inversiones en países industrializados.
De las primeras políticas conjuntas que conformaron las zonas económicas exclusivas destaca las que delimitaron para la creación del aeropuerto de Shannon en Clare, Irlanda.
México procuró estas políticas con el propósito de fortalecer la capacidad el norte del país de establecer empresas que se ligaran como proveedoras con compañías establecidas en el sur de la Unión Americana, política de la que surgió por cierto, el programa de maquila de exportación tan exitoso que se aplicó (copiado y mejorado del de nosotros) en China y que le permitió a esa nación conformarse como la segunda economía del mundo y reducir en 300 millones el número de pobres en ese macizo continental.
Pero esa es otra historia.
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Quadratín Quintana Roo.
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