
Las pugnas arancelarias y el efecto Trump
La factura primero la pagaremos nosotros
“La geografía nos ha hecho vecinos. La historia nos ha hecho amigos. La economía nos ha hecho socios. Y la necesidad nos ha hecho aliados. Aquellos a quienes la naturaleza ha unido de esta manera, que ningún hombre separe. Lo que nos une es mucho más grande que lo que nos divide “.
John F. Kennedy articuló ese concepto para referirse a la vecindad de su país con Canadá y México en mayo de 1961.
Era un estadista. Ahora en el mundo, hay presidentes que pudieran ser buenos carniceros.
Lo cierto es que Donald Trump no comienza a tratar a sus países vecinos de la manera digna que merecen quienes no sólo comparten amplias fronteras, también representan su primero y segundo socios comerciales.
Los trata tan enemigos como pretende dar el trato a China. Nos acusa de recibir subsidios de Estados Unidos pues nos compran más de lo que les compramos. A eso se le llama superávit comercial y que se sepa ningún comprador estadounidense es obligado a adquirir bienes ni a Canadá ni a México. Si lo hace es porque esos productos o bienes representan una ventaja para las empresas o particulares que adquieren e importan lo necesario para multiplicar sus utilidades.
Si Estados Unidos los compra es porque en su territorio no los produce o lo que ofertan sus empresas no son competitivas en calidad o en precio. Así operan los mercados.
Nadie obligó a la Unión Americana a expulsar en los años noventa del siglo pasado empresas y procesos industriales y de manufactura para colocarlos en China con ventajas competitivas por el precio y aprovechar los estímulos fiscales que ese gobierno concedía a quienes invirtieran en ese territorio.
Estados Unidos, mientras tanto, avanzó en la tercerización de su economía porque China le ofreció esa alternativa. Producir en Estados Unidos se había convertido en un proceso tortuoso y caro, muy caro.
Lo desastrozo de que un empresario depredador haya llegado a la Presidencia de su país es que corta a todas las naciones con la misma tijera, sin distingo alguno.
Mientras que para Kennedy eramos vecinos, amigos, socios y aliados para Trump somos enemigos que enviamos a su país a criminales, a ciudadanos que nos estorban. Nada más equivocado. Nadie manda a mexicanos a cruzar la frontera para delinquir. La migración es una decisión que toman los ciudadanos que son los que aceptan el reto de ganarse a pulso un patrimonio que mejore la calidad de vida y el futuro de sus familias.
Se van, en su gran mayoría, los mejores hombres y mujeres.
En Estados Unidos, la mano de obra mexicana ocupa 4 por ciento del total de trabajadores aunque en algunos sectores su peso es mayor como en el caso del campo donde la mano mexicana ocupa el 14 por ciento del empleo al igual que en la construcción. El 80 por ciento de los mexicanos con trabajo en la Unión Americana se concentran en 12 estados de la Unión Americana según datos del Cemla, donde la mano de obra de los nuestros es muy bien valorada.
Van a generar valor, a pagar impuestos sin recibir los beneficios que de ellos se articulan para los ciudadanos nativos o legalizados. El 80 por ciento de lo que ganan los nuestros se consume en productos y servicios de empresas norteamericanas. La comunidad mexicana en Estados Unidos presenta índices de criminalidad por debajo de los índices correspondientes para otras comunidades, entre ellos los propios nativos.
El Presidente de la Unión Americana tiene mucho que mostrar aún y el mundo se arrepentirá de que los sectores con menor capacidad de análisis entre la población estadounidense se haya creído ese cuento del Aga.
La factura la pagarán el resto de las naciones, comenzando con el vecino del sur de los Estados Unidos.
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Quadratín Quintana Roo.
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