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Inteligencia y principios
Defender qué soberanía
No es Donald Trump, por mucho. El problema nacional, es la persistencia de las pobrezas, la falta de oportunidades para amplias capas de la población, la casi inexistente permeabilidad social y la concentración de la riqueza en las mismas manos, en muy pocas familias.
De los años ochenta a la fecha un nuevo reto se levanta y por las omisiones de los gobiernos federales se erige como el principal reto nacional. Si no se combate a la criminalidad organizada la economía habrá de secarse hasta desaparecer.
Les hemos permitido ser socios en los grandes cultivos de exportación, ser recaudadores de impuestos impuestos, determinar quién vive y quién muere, quién gobierna, quién decide y quién no tiene derecho.
¿México es actualmente una nación soberana?
Vale mucho la pena que abordemos el pendiente de redimensionar el factor soberanía nacional.
Para muchos, entre ellos quien escribe, hemos perdido gran parte de la soberanía en manos de la criminalidad organizada, diversificada y omnipotente que no sólo produce, distribuye sustancias ilegales y nocivas para nuestra salud, en una caprichosa diversificación también impone cuotas de piso, de siembra, de corte, de paso y de existencia, que secuestra, que asesina, que comercia con jovencitas, que vende personas para extraerles sus órganos, que vende seres humanos para su prostitución en otras naciones o que vende bebés para su crianza en otros continentes.
¿Seguimos siendo una nación soberana cuando sabemos de la existencia de presidentes municipales, directores de Seguridad Pública, de las policías, de las centrales de abasto, de Hospitales, de funcionarios estatales e incluso de gobernadores, de diputados y senadores que responden a las voluntades e intereses de los grupos organizados de la delincuencia?, ¿esa soberanía nacional nos ha servido de algo?
¿No lesiona a nuestra soberanía la existencia cada vez más evidente y fortalecida de esa acción de delincuentes tolerada?
¿Debemos o no combatir a esa delincuencia organizada para fortalecer nuestra nación y encaminarla hacia la legalidad y la equidad y justicia? es obvia la respuesta.
En ese sentido, cuando la soberanía nacional es derivada de las voluntades de las mayorías ¿no debiéramos conocer si en el consenso ciudadano queremos o no queremos ser gobernados por esos grupos delincuenciales? y derivado de lo anterior y si nuestra respuesta mayoritaria representara la voluntad de combatir a esos grupos criminales ¿estaría fuera de lo razonable contribuir a conformar una fuerza con otras naciones que, en conjunto con nuestra voluntad, apoyará a combatir un problema que nos afecta de manera común?
¿Dejaríamos de ser soberanos si sumamos voluntades y esfuerzos con otros países para enfrentar con miras a derrotar a esos grupos que han violentado a nuestras familias y sembrado temor y desconfianza ciudadana?, para no hablar del sembradero de cadáveres que han dejado en su camino, entre los cuales la inmensa mayoría son los jóvenes que tenían el enorme reto de convertir su país en uno más justo y equitativo?
A la vista en los pasados años tanto en Estados Unidos como en México la criminalidad pudiera ser responsable directa de al menos 390 mil muertes y las muertes causadas por sobredosis de sustancias prohibidas.
¿Sería prudente, por ejemplo, la creación de un organismo trilateral, financiado por México, Estados Unidos y Canadá en función de sus posibilidades iniciales que combata a las iniciativas delictivas que operan en nuestros territorios?
Ese organismo pudiera tener un brazo de fuerza que combata con fuego las posiciones de esos grupos en la sociedad, un brazo de investigación estratégica, uno de prevención ante los riesgos de salud que implica el consumo de las drogas, uno financiero que tape las salidas de un recurso monetario que surge de sus actividades e incluso uno que aporte elementos para atacar a proveedores que surten a estos grupos de lo necesario para operar cotidianamente, entre los cuales está por supuesto la fortaleza de la industria armamentista estadounidense.
El narco está instalado en todo el mundo. Ningún país, solo, podrá avanzar en su combate sobre todo cuando se supone que dentro de la estructura de la legalidad política y económica de todas las naciones, hay fuertes intereses económicos relacionados con estos grupos a los cuales acaban perteneciendo.
Si es nuestra voluntad democrática mayoritaria en participar en una iniciativa multinacional que ofrezca los resultados que estamos buscando, (legalidad, paz, seguridad, salud y vida de nuestros jóvenes) no le veo conflicto a que México participe en un esquema como el que esbozo.
Soberanía es, según la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en su artículo 39 “… reside esencial y originalmente en el pueblo. TODO PODER todo poder público dimana y se instruye para beneficio de éste”.
No me sirve una soberanía que me tiene en riesgo permanente de perder la vida, de que en mi familia alguien la pierda, de que mi patrimonio, conseguido con honestidad y el trabajo acabe siendo patrimonio de quien usa las armas para aplicar su fuerza en contra de quien se oponga a sus voluntades.
No me sirve un concepto soberanía que ofrece mejores oportunidades a quienes delinquen respecto de quienes no lo hacen.
Es deber del Estado dejar de repartir abrazos para ya combatir a los grupos que controlan más de 30 por ciento del escenario político y económico del país.
No combatirlo es participar por omisión en favor de esos grupos.
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Quadratín Quintana Roo.
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