
Cien días viviendo en paz: Eduardo Ramírez
Como buen político populista, Donald Trump añora épocas pasadas en las que su país era la fábrica del mundo, un portento de manufactura capaz de abastecer con sus productos 100 por ciento americanos, al resto de las naciones del mundo libre.
Eso sucedió a partir de los años 50 y quizá hasta inicios de los 70, pero en esa década comenzaron a cambiar las cosas.
Por aquellos tiempos se gestaron los grandes cambios que dieron lugar posterior al escenario geopolítico y económico actual.
Hacia la segunda mitad de la década de los años 70 un funcionario del Partido Comunista de China, Jiang Zeming, visitó la República Mexicana con el deseo de conocer a detalle el funcionamiento del Programa de Maquiladora de Exportación del Gobierno Mexicano.
Ese funcionario, que posteriormente sería el alcalde de la ciudad de Shanghái, recorrió pausadamente todos los estados fronterizos de nuestro país con Estados Unidos, auxiliado por su Embajada y también por personal de los estados, municipios y la organización de las empresas maquiladoras de exportación que, por entonces, comenzaron a proliferar en los municipios fronterizos.
De los tres mil 200 kilómetros de frontera, número grueso, comprenden en la República Mexicana seis estados y en total 360 municipios de los cuales son 38 los que tienen colindancia fronteriza con 23 condados fronterizos de cuatro estados en Estados Unidos con vinculación fronteriza con México.
El funcionario Zeming platicó con empresas aduanales mexicanas, con presidentes municipales, con gobernadores, con sindicatos de las empresas, con las empresas mismas y con redes de proveedurías. Habló con agencias aduanales, con directivos de empresas maquiladoras y con policías mexicanas a lo largo de la frontera.
Quien me dio detalles de ese pasaje muy poco conocido era un joven mexicano que recién iniciaba en aquel entonces con la idea de tener una fábrica en China para operar algunos componentes electrónicos. Con el tiempo sería, hacia el inicio del sexenio de Vicente Fox, el responsable primero de la agrupación de empresas maquiladoras de productos exportables.
El caso es que Zeming, al término de su viaje largo por la franja fronteriza entre México y Estados Unidos, regresó a China donde dio un detallado informe a representantes del gobierno central relacionados con producción y exportación de bienes y otorgamiento de servicios, así como procedimientos de la exportación y políticas de fomento económico.
A los tres meses de haber concluido ese proceso de explicación de cómo funcionaba el programa de maquila de exportación mexicano, todas las instituciones chinas que asistieron al primer curso o aquella explicación detallada volvieron a reunirse y en seis meses conformaron el programa de maquila que hizo de China la fábrica del mundo.
Se crearon cinturones productivos, rutas de comunicación entre provincias, estados y ciudades de la China continental. Se vieron vocaciones y en función de ello las capacidades productivas necesarias para el florecimiento de empresas que pudieran articularse entre sí para que China fuera un emporio de la producción dada su enorme capacidad de mano de obra, en ese entonces, terminada la era de Mao Zedong, en la que China se identificaba claramente como una de las naciones más pobres del mundo con 900 millones de seres humanos y muertes en millones por el hambre y la pobreza.
Con Jiang Zeming a la cabeza de China, esa nación se había convertido en la fábrica del mundo con agresivas políticas de promoción a la inversión, al amparo de zonas económicas exclusivas diseñadas para la atracción de inversiones agresivas del mundo capitalista mundial.
Al amparo de esa promoción, muchas firmas norteamericanas se dirigieron hacia China para aprovecharse de esas políticas de promoción económicas que generaron gran cantidad de empleo y de inversiones muy agresivas de empresas, sobre todo norteamericanas.
De ahí el que muchas empresas de Estados Unidos decidieran emigrar sus plantas productivas para instalarse en China, donde encontraron un ambiente muy favorable de promoción económica que les otorgaba cuantiosas ganancias luego de la llegada de sus mercancías hechas en China, donde los salarios eran sólo una fracción de dólares respecto a los salarios que privaban en Estados Unidos.
Luego de la pandemia, la Unión Americana se dio cuenta de que esa tendencia a producir fuera y luego importar sus productos desde China representaba para ellos una profunda desventaja estratégica a su soberanía.
Por ejemplo: en Taiwán se producen más de 60 por ciento de los microcomponentes que requiere el mundo tecnológico actual, y 80 por ciento de los chips más sofisticados del mundo se fabrican en ese pequeño territorio, que por cierto China sigue considerándolo como propio.
Imagine si un día China se levanta con las ganas de invadir Taiwán; qué empresas se van a quedar materialmente paradas por la ausencia de los componentes micro que llegaban desde China o desde Taiwán.
Ahora Trump quiere que esas empresas que emigraron a finales de los años 80 y durante todos los años 90 desmantelen sus fábricas y las reubiquen en su territorio. Sin tomar en cuenta un solo factor: el salario dentro del proceso productivo.
Tomemos en consideración un solo aspecto tomado de la industria de autopartes en México, Canadá y Estados Unidos. En la Unión Americana el promedio salarial s de 16 dólares la hora.
En Canadá el promedio es de 19 dólares hora y en México promedio de cinco dólares la hora.
En serio ¿quieren reinstalar sus fábricas en la Unión Americana y en Canadá?
No creo.
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Quadratín Quintana Roo.
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