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Ratifican en San Lázaro reformas a Ley de Amparo
FELIPE CARRILLO PUERTO, QRoo, 30 de enero de 2019.- Lo que sucede actualmente a los descendientes de aquellos que alguna vez gobernaron y fueron independientes, enseña tristemente la pérdida de memoria histórica: los interesados en que impere la división y los que se aprovechan de la desmemoria están seguramente contentos porque no habrá quien haga valer linajes y autoridad como propietarios legítimos del territorio maya.
Recientemente se anunció la destitución de José Isabel Sulub Cimá como general del centro ceremonial de la Cruz Parlante, que tiene su sede en Felipe Carrillo Puerto.
La información se da luego de una rueda de prensa ofrecida por el secretario del Gran Consejo Maya y dos miembros de ese centro ceremonial.
Al parecer, no recuerdan que un cargo de esa importancia es vitalicio y, en todo caso, la destitución ocurriría por causas muy graves luego de que reunidos en consejo los principales comandantes, sargentos, cabos y rezadores, lo determinaran.
Dicha destitución no es válida si se sustenta en estatutos de una asociación civil, pues antes que ésta, la Ley Estatal de Cultura y Organización, la ley federal y la legislación internacional como el convenio 169 de la OIT, por citar algunas, reconocen las formas de organización tradicional de los pueblos indígenas y tribales del mundo.
Lo anterior es solo una puntualización, dentro de estas contradicciones surgidas entre los llamados dignatarios mayas de Quintana Roo, abanicadas por facciones políticas contrarias que pretenden abrogarse su tutelaje y evidente manipulación.
La equivocada necesidad de contar con reconocimientos políticos externos, de personajes ajenos a la etnia y su organización tradicional, es patente.
Tal y como lo hicieron los tsules (blancos) enemigos acérrimos de los mayas durante la guerra, de nueva cuenta los que detentan hoy el poder los infiltran y dividen.
Lo que ocurre es que la esencia de su rebeldía, su espiritualidad, lo que los hacía mayas masewales, se ha diluido por efecto de la influencia del catolicismo y las acciones clientelares del estado mestizo.
En lo más álgido de la Guerra de Castas se dio lo que tal vez fue la primera cisma entre líderes principales, cuando Cecilio Chi desconoció el tratado de Tzucacab, firmado en 1848 por Jacinto Pat con el gobierno yucateco, que le había ofrecido reconocerlo como gobernador indígena.
Así siguieron sembrando por la vía del engaño, del soborno y del espionaje yucateco que infiltró filas masewales y la semilla de la desconfianza.
Aprovechando contradicciones internas entre los líderes indígenas, el gobierno yucateco ofrecía reconocer a alguno como gobernador de los mayas levantados.
Si algún jefe maya insinuaba siquiera la rendición terminaba ajusticiado a machetazos. Esto fortaleció a tsules y waches (mexicanos), debilitando paulatinamente a los cruzoob.
Los historiadores ladinos calificaban a estos hechos como cuartelazos o golpes de estado entre los bárbaros de oriente.
Alrededor de 1860, María Uicab, una mujer reconocida como reina, sacerdotisa y jefa militar mata, pudo desde Tulum poner orden temporalmente y mantener la resistencia.
Hay más de una decena de casos de conflictos internos.
Y hoy en día la historia se repite, en busca del reconocimiento externo, de tsules o waches, la unidad y resistencia maya fue minada, debilitada para alivio del poder central o peninsular.
Ahora, unos piden el reconocimiento del Presidente de México, mientras que otros los enfrentan usados por el priísmo derrotado, que quiere conquistar espacios en la nueva burocracia indigenista.
Será que los mayas masewales, conocidos también como cruzoob, ¿Agonizan?
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Quadratín Quintana Roo.
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