Metepec: el encanto del más pequeño Pueblo Mágico
CANCÚN, QRoo, 8 de octubre de 2018.- Selva, mar, historia y juventud. Pueblo libre y justo bajo el sol. La tenacidad como virtud: eso es Quintana Roo, dice parte del himno de una entidad de ensueño y contrastes, forma su identidad a 44 años de haber sido creada.
Muchos han sido los embates que han sufrido sus habitantes desde que era territorio, desde el temido Janet, huracán que devastó Chetumal, hasta Gilberto en 1988, o Wilma en 2005.
El 24 de noviembre de 1902 se conformó el territorio de Quintana Roo y 11 años más tarde, en 1913, fue anexado a Yucatán, pero en 1915 se le declaró nuevamente territorio, cimentando el estado que es ahora.
Quintana Roo no solo es la exuberancia de sus selvas, la llegada ancestral de sus tortugas, ni lo salvaje de sus jaguares, tampoco el hasta ahora casi impenetrable secreto de sus fríos y cristalinos cenotes, ni la belleza envidiable de su mar turquesa y de sus playas de suave y tentadora arena blanca, Quintana Roo es también su gente. Es orgullosamente una entidad poseedora de una cultura viva, como los mayas, y de esos inmigrantes tenaces, como dice su himno, que han decidido escogerle para asombrarse por su pasado, vivir su presente y trabajar por su futuro.
En 1931, al margen de esa sorprendente zona maya que ha sabido mantener sus tradiciones, los que se denominaron los primeros fundadores se identificaron y se aferraron al territorio de Quintana Roo con una fuerza casi sobrenatural cuando le dividieron entre Yucatán y Campeche.
Esa vehemencia fructificó en 1935 al ratificar su condición de territorio.
De voz en voz se cuenta que había un calor y humedad impresionante, infinidad de mosquitos, poca agua potable, cero infraestructura, pero eso sí, latía ya el corazón del quintanarroense.
Para quienes viven aquí es el mejor de los estados: que lo mismo acoge a chilangos, yucatecos, chiapanecos, campechanos, veracruzanos, mexiquenses, sinaloenses… como a italianos, estadounidenses, españoles, cubanos, venezolanos, beliceños.
Juntos forman una gran multicultura enriquecida en gastronomía, costumbres, idiomas e ideologías diferentes, pero que se funden porque Quintana Roo es el estado de todos y quizá por eso una entidad en la que suceden hechos que no pasan en cualquier otro sitio.
Para ser lo que es ahora, en 1935, el presidente Lázaro Cárdenas avaló definitivamente su condición de territorio, pero fue hasta el 8 de octubre de 1974 cuando por decreto presidencial se convirtió en el segundo estado más joven de México, junto con Baja California Sur, sin cumplir con los requisitos legales, pero poseedores de Cancún y de Los Cabos, respectivamente, porque desde ese entonces, ambos estados estaban proyectados a ser los desarrollos turísticos más importantes del país y serían promocionados por su belleza a nivel mundial, impulsados por el Fondo de Infraestructura Turística (Infratur) que se convirtió posteriormente en el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), el que ahora será el responsable de liderar el proyecto del Tren Maya.
Al haberse decretado ya la conversión de territorio a Estado Libre y Soberano, Quintana Roo era la entidad menos poblada del país, pero el decreto presidencial de Luis Echeverría Álvarez saldó los requisitos que necesitaba y con sus menos de 250 mil habitantes en 34 mil 305 kilómetros cuadrados, contó con dos diputados y dos senadores, que le igualaron en poder con las otras entidades a nivel federal.
El 4 de diciembre de 1974 fue presentado el anteproyecto de la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Quintana Roo, que se aprobó el 9 de enero de 1975 y se promulgó el 12 de enero de ese mismo año, documento que desde el 26 de marzo de 1975 fue el arma legal de la Primera Legislatura del Congreso local.
A diferencia de ese imponente y frío océano de Los Cabos, Baja California Sur, y de sus drásticos cambios de temperatura, Cancún era una planicie con un mar cálido y una arena que ha enamorado al turismo desde hace 44 años: un lugar de ensueño por su clima templado cálido y junto a la Laguna Nichupté fue el escogido para ser el paraíso inventado.
Más de uno recuerda que entre el Mar Caribe y el cuerpo de agua dulce no había más de siete metros de ancho, en los que desde el puente Calinda, que se tuvo que construir para unir la isla de Cancún con la ciudad, cabía una carreta y un buey.
Cómo se divierten los relativamente viejos habitantes al ver la cara de los nuevos que llegan y no saben esa historia.
Pronto vinieron las campañas de invitación de Luis Echeverría para poblar Benito Juárez y traer mano de obra para edificar Cancún. Se dio la donación de terrenos a esos ejidatarios del norte del país que fundarían años más tarde la delegación de Bonfil, una demarcación que al entrar es completamente una comunidad norteña, con su plaza y su kiosco, la construcción de sus casas, las botas picudas, los sombreros la banda y el clásico baile.
Mientras Chetumal, capital de Othón Pompeyo Blanco, era impulsada por la actividad y el comercio que representaba su zona fronteriza con Belice.
En la incipiente zona norte, que ahora es la que más aporta al PIB en materia turística, los primeros pobladores de Cancún se las veían negras para conseguir comestibles, porque la población más cercana era Playa del Carmen, actualmente cabecera del municipio de Solidaridad.
Hasta allá se podían comprar los bidones con gasolina, los utensilios, la ropa.
Pero el ambicioso plan de la Federación estaba en marcha, pronto se rellenó la estrecha franja y se creó el Bulevar Kukulcán y los primeros hoteles, subió la plusvalía y nunca hubo marcha atrás, Cancún avanzó pero atrás quedaron Felipe Carrillo Puerto, José María Morelos, Lázaro Cárdenas, Tulum y hasta Chetumal.
Felipe Carrillo Puerto, un municipio donde se come la suave y deliciosa carne de venado y se vende el chile habanero seco y molido en sus calles. Donde está edificada la Cruz Parlante de los antiguos mayas y está la comunidad de Tihosuco, que en unas semanas será ratificada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia como zona de monumentos históricos, por sus valiosos edificios y su emblemática iglesia.
Tulum, que se ganó el derecho de ser municipio, famoso mundialmente por su zona arqueológica junto a la playa y ahora revalorizado por poseer el río subterráneo más grande del mundo Sac Atún, en donde también se encontraron sumergidos vestigios mayas.
Lázaro Cárdenas, municipio que cuenta con Holbox, una de las islas más hermosas y místicas de Quintana Roo, que lo mismo acoge al tiburón ballena y a gigantescas mantarrayas, que se engalana con el festival del Día de Muertos, un lugar exótico y salvaje aún, de inimaginables playas y donde se pueden comprar a bajo costo, las deliciosas empanaditas de raya, comida gourmet que se vende en cualquier puesto ambulante.
Qué decir de Chetumal y su diversidad: las innumerables artesanías de sus mercados, su imponente vista a la Bahía, los refrescantes machacados, los tacos de marisco y los ya tradicionales hotchos del Parque del Queso, la vista obligada del atardecer desde la Fuente del Pescador o los paseos por Calderitas y la Laguna de Bacalar.
Y qué decir de Cozumel, Isla Mujeres, Solidaridad y Puerto Morelos, son mención aparte, sitios turísticos que se han ganado a pulso su nombre, por su belleza, infraestructura, crecimiento económico y la hospitalidad de su gente, mientras que José María Morelos, el único que no tiene salida al mar, pero cuenta con exuberante selva y fauna, con sus sembradíos y su zona maya, es quizá el más rezagado de los 11 municipios, pero con una gran riqueza cultural.
Pero todo tiene un precio y el crecimiento desordenado de Quintana Roo y la ambición de muchos ante este estado de ensueño ha llevado a devastaciones añejas y una de las más recientes, la del Malecón Tajamar, en Cancún.
Con dos ex gobernadores en la cárcel, Mario Villanueva y Roberto Borge, Quintana Roo ahora gobernado por el Carlos Joaquín González, sigue siendo ese estado multicultural, de una riqueza natural de ensueño, pero a 44 años se yergue como una entidad de dramáticos contrastes, de opulentes penhouses y chozas de palma, de infraestructura urbana y de comunidades sin drenaje y agua potable.
En estos 44 años, la identidad se ha fortalecido, aunque la la paz ha ido en detrimento.
Este lunes resuenan más que nunca esas palabras convocadas en octubre de 1985, en los festejos del XI Aniversario del establecimiento del Estado de Quintana Roo, cuando el entonces gobernador, Pedro Joaquín Coldwell, y el diputado Rodolfo Romero Euán lanzaron la necesidad de un himno.
Tras la convocatoria 18 composiciones, tres fueron finalistas, y el consenso popular escogió la obra escrita por el poeta Ramón Iván Suárez Caamal y musicalizada por Marco Ramírez Canul y entonada por primera vez el 12 de enero de 1986, coincidiendo con el aniversario de la promulgación de la Constitución del Estado y el establecimiento de Quintana Roo como territorio federal.
Porque tal y como dijo la interpretación del grupo vocal de la escuela secundaria federal Presidente Adolfo López Mateos y la banda de música estatal dirigida por José Muñiz Cohuo, en el Centro Social Bellavista:
“El trabajo es la fuerza de un pueblo, ya que vuelve la vida más digna, construir es la noble consigna y ser libres la eterna lección”.
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Quadratín Quintana Roo.
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